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Durante siglos, los pueblos indígenas de todo el mundo han llevado consigo religiones y costumbres particulares. Este es el caso del Tana Toraja.
En Indonesia, concretamente: en Tana Toraja, las tribus locales prestan especial atención a las muertes infantiles. Es bueno precisar que su religión es animista, en la práctica: cree que todo ser humano, al morir, debe iniciar un camino hacia la paz eterna.
En otras palabras: el alma del difunto debe abrirse camino hacia la Puya (es decir, el Más Allá) siguiendo el Aluk To Dolo (que equivale al camino de los antepasados). Y esto a lomos de un búfalo de agua, sacrificado durante la ceremonia fúnebre.
Como ocurre con muchas otras tribus indígenas, también los Toraja son muy escrupulosos en cuanto a la subdivisión entre el hombre (entendido como adulto capaz de tener una vida independiente) y el niño. Este último se entiende como el «cachorro» de un adulto que todavía depende de seres más avanzados en edad.
Es bueno recordar que el paso de niño a adulto se celebra con ritos especiales.
Y sólo después de pasar el rito de iniciación se considera que un ser humano es completamente autosuficiente.
Por las razones antes mencionadas, los toraja creen que el alma de los niños que mueren prematuramente no puede montar un búfalo de agua por sí misma.
Y así su alma permanecerá aprisionada de esta manera porque no podrá encontrar el camino correcto hacia el Más Allá.
De hecho, cuando un niño pequeño desaparece antes de convertirse en adulto (los ritos se celebran en la adolescencia, alrededor de los 15-16 años), su cuerpo es transportado al bosque. Y se deja en el hueco de un «pia-liangin» (que es una especie de ataúd temporal en el que se deposita el alma mientras se espera). Y esto hasta el momento oportuno en que podrá viajar al Aluk To Dolo.
Los cuerpos de los niños fallecidos se colocan en «conchas de espera» (pero los Tana Toraja hablan de almas), es decir, en agujeros excavados en ciertos árboles del bosque. En estos árboles, los niños son colocados cuidadosamente con algunas pertenencias personales, una cama y ropa. Al final de todo esto, la cavidad se cierra con una estera especial de fibra de palma. Y luego se dejará descansar al pequeño difunto.
Otros elementos de enterramiento de niños dentro de los árboles. Por lo general, el árbol elegido debe tener savia blanca. Esto es para que la presencia de la leche materna pueda alimentar el alma del bebé hasta que madure.
Entonces, después de que haya pasado un cierto número de años, y precisamente cuando el niño, de haber estado vivo, habría tenido 14 años, se exhuma el cuerpo.
Y entonces su alma se despierta de su letargo: en ese momento el espíritu es finalmente capaz de hacer el viaje a la Puya. Sin embargo, los Toraja no dejan que el alma haga el viaje sola por el camino de los ancestros, sino que la guían siguiendo un ritual preciso, casi idéntico al del paso a la vida adulta. Sólo al final del ritual pueden celebrar los Toraja. Y es que el alma del pequeño encontrará finalmente la paz eterna.
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