Un adiós sencillo y conmovedor para el Papa de los pobres en Roma.

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El cortejo fúnebre del papa Francisco
El pasado 26 de abril, Roma se vistió de luto para despedir al papa Francisco, conocido como el Papa de los pobres. Su cortejo fúnebre recorrió las calles de la ciudad en una emotiva procesión que culminó en la Basílica de Santa María la Mayor.
Esta ceremonia marcó el cierre de una etapa reformista en el Vaticano y dio inicio a un periodo de incertidumbre hasta que se designe a su sucesor en el próximo cónclave de cardenales.
Una ceremonia austera y significativa
Siguiendo la voluntad del papa Francisco, su funeral fue más sencillo que el de sus predecesores.
La Ordo Exsequiarum Romani Pontificis, firmada por él, estableció cambios significativos en las ceremonias fúnebres papales. En lugar de los tradicionales tres ataúdes, Francisco fue enterrado en un único féretro, reflejando su deseo de ser recordado como un pastor y discípulo de Cristo, no como un poderoso líder terrenal. Su cuerpo fue expuesto en la Basílica de San Pedro, donde miles de fieles hicieron largas filas para rendirle homenaje.
La última misa y el entierro
La Misa Exequial se celebró el 27 de abril en la Plaza de San Pedro, con la presencia de dignatarios de todo el mundo. Tras la misa, el cuerpo del papa Francisco fue trasladado en procesión a la Basílica de Santa María la Mayor, donde se realizó una ceremonia íntima a puerta cerrada. En su testamento, Francisco había solicitado que su tumba fuera simple, sin ornamentación, con la única inscripción de su nombre: ‘Franciscus’. Este deseo se cumplió, y su sepulcro será un recordatorio de su humildad y devoción a la Virgen María.
La devoción del papa Francisco a la Virgen María
Durante su pontificado, Francisco mostró una profunda devoción por la Virgen María, visitando la Capilla Paulina de Santa María la Mayor con frecuencia. Este lugar alberga el icónico Salus Populi Romani, una imagen que ha sido venerada por siglos. La elección de su lugar de descanso eterno no fue casual; refleja su amor por la Virgen y su deseo de estar cerca de ella en su vida eterna. La ceremonia de despedida fue un testimonio de su legado de servicio y humildad, dejando una huella imborrable en el corazón de los católicos de todo el mundo.