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El pasado sábado, Oriol Junqueras recuperó la presidencia de Esquerra Republicana de Catalunya (ERC) en la segunda vuelta de las elecciones internas, marcando un hito importante para el partido tras una serie de resultados electorales adversos.
La candidatura Militància Decidim, liderada por Junqueras, obtuvo el 52,2% de los votos, superando a la opción Nova Esquerra Nacional, que contaba con el apoyo de Xavier Godàs.
La reciente crisis que ha atravesado ERC se ha visto reflejada en cuatro elecciones consecutivas donde el partido no logró los resultados esperados.
Esta situación ha llevado a un debate interno sobre la necesidad de renovación de liderazgos. Junqueras y Marta Rovira, quienes han sido figuras clave en el partido durante más de una década, han manifestado diferencias significativas en su enfoque hacia el futuro de ERC. Mientras que Rovira se mostró dispuesta a colaborar en la transición, Junqueras optó por mantenerse en el poder, lo que ha generado tensiones dentro de la cúpula del partido.
A pesar de la clara victoria de Junqueras, las divisiones internas siguen siendo un desafío importante. La distancia de diez puntos porcentuales en la votación refleja no solo una preferencia por su liderazgo, sino también la necesidad de reconciliar diferentes posturas dentro del partido. Junqueras ha expresado su deseo de ampliar la base de ERC más allá del independentismo, un objetivo que no es compartido por todos los miembros del partido. En este contexto, ERC debe trabajar en la cohesión interna y en la elaboración de una nueva ponencia política que permita unir a sus militantes y afrontar las próximas elecciones con una estrategia clara.
Además, la gobernabilidad de Barcelona y de Catalunya se presenta como un tema crucial. ERC debe decidir si se unirá al gobierno municipal de Barcelona, donde el PSC tiene una posición minoritaria, y cómo se posicionará en la negociación de los presupuestos generales del Estado. La actitud negociadora que ha caracterizado a ERC en los últimos años será fundamental para superar las divisiones y contribuir a la estabilidad política en Catalunya y España.
En resumen, el regreso de Junqueras a la presidencia de ERC no solo representa un cambio de liderazgo, sino también una oportunidad para que el partido recupere su fortaleza y cohesión interna. La capacidad de ERC para abordar sus desafíos internos y externos será determinante para su futuro y para la política catalana en general.
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