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La saga de los hermanos Lyle y Erik Menendez sigue capturando la atención del público y los medios de comunicación. Este lunes, los hermanos hicieron su primera aparición en un tribunal desde 1996, aunque de manera virtual desde el penal de San Diego donde cumplen condena.
La expectativa era alta, pero la conexión falló, lo que dejó a muchos decepcionados. Este incidente refleja la complejidad y los obstáculos que enfrentan en su búsqueda de justicia y libertad.
El juez Michael Jesic, quien recientemente asumió el caso, ha decidido posponer la revisión de la pena de cadena perpetua hasta finales de enero. Este retraso ha generado incertidumbre, ya que los hermanos Menendez esperaban que su sentencia fuera revisada antes de las festividades navideñas. La situación se complica aún más con la llegada de un nuevo fiscal al condado de Los Ángeles, Nathan Hochman, quien podría tener una postura diferente respecto a la revisión de la condena.
A lo largo de los años, Lyle y Erik han mantenido que cometieron el crimen en defensa propia, tras años de abuso físico y emocional por parte de sus padres. Sin embargo, los fiscales han argumentado que actuaron por codicia y que el alegato de defensa propia es solo una tapadera. La reciente aparición de nuevas pruebas, incluyendo alegaciones de abuso sexual por parte de su padre, ha reavivado el debate sobre la culpabilidad de los hermanos y la naturaleza de su condena.
La comunidad ha estado dividida en su apoyo a los Menendez. Mientras algunos familiares y figuras públicas abogan por su liberación, argumentando que han cumplido suficiente tiempo en prisión y que su conducta ha sido ejemplar, otros se oponen firmemente a cualquier revisión de su sentencia. Este conflicto refleja la complejidad del caso y las emociones intensas que aún genera, más de tres décadas después de los trágicos eventos que llevaron a su condena.
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