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En las últimas décadas, hemos sido testigos de un cambio significativo en la forma en que los políticos y figuras públicas manejan la vergüenza. En los años noventa, cuando un político era sorprendido en un acto de corrupción, la reacción habitual era huir o esconderse, incapaz de soportar la presión de la vergüenza.
Sin embargo, en la actualidad, muchos de estos personajes parecen haber perdido esa capacidad de sentir vergüenza, actuando con una arrogancia desconcertante.
En los primeros años del siglo XXI, la vergüenza dio paso a la amnesia, donde las declaraciones de “no me acuerdo” se convirtieron en una defensa común ante los tribunales.
Este fenómeno se ha intensificado, y ahora muchos optan por el “no sé nada” o incluso por ignorar a las víctimas de sus acciones. Este cambio de actitud refleja una desfachatez que se alimenta de la impunidad y la falta de consecuencias, lo que a su vez fomenta un ambiente donde la responsabilidad parece ser un concepto obsoleto.
La desfachatez actual no solo se manifiesta en el ámbito político, sino que ha permeado en la sociedad en general. Las figuras que antes eran vistas como sinvergüenzas ahora son aclamadas como héroes, representando un nuevo tipo de orgullo que se basa en la falta de respeto hacia los demás. Esta situación plantea preguntas inquietantes sobre los valores que estamos promoviendo y cómo podemos combatir esta tendencia. La vergüenza, que alguna vez fue un mecanismo de adaptación social, parece estar en peligro de extinción, dejando un vacío que podría tener consecuencias graves para la cohesión social.
La ausencia de vergüenza en la actualidad plantea un desafío significativo para nuestra sociedad. Sin un sentido de responsabilidad y respeto hacia los demás, es difícil imaginar un futuro donde los consensos sociales sean respetados. La lucha contra esta desfachatez requiere un esfuerzo colectivo para restaurar la importancia de la vergüenza como un valor fundamental. Solo así podremos construir una sociedad más justa y equitativa, donde la responsabilidad y el respeto sean la norma y no la excepción.
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