Después de varios días de fuertes precipitaciones, el sol empieza a brillar intensamente sobre la Sierra de Guadarrama en Madrid. A lo largo del sendero cubierto de barro, es habitual encontrar una gran variedad de setas, destacando los níscalos. Este hongo, conocido científicamente como lactarius deliciosus, se considera un exquisito manjar y solo se puede recolectar en esta época del año, antes de que lleguen las primeras heladas, lo que atrae a una multitud de entusiastas de la micología.
Con un sombrero de fieltro, cuchillo en mano y una cesta de mimbre en la otra, José Luis Rodríguez surge entre la vegetación. En su camino se encuentra con José Manuel Redondo y su colega Óscar Vílchez, dos agentes forestales que se encargan de que la recolección de níscalos se realice de manera sostenible durante estos días.
Sus principales recomendaciones son: emplear un cuchillo para cortar la seta desde su base y usar una cesta de mimbre para transportarlas, de manera que se permita la dispersión de esporas en el entorno.
«Si se opta por el uso de un rastrillo, en vez de hacerlo con un cuchillo, se arruina el terreno, se impide que el micelio continúe desarrollándose y, el próximo año, las setas no volverán a emerger. Lo importante es que, a pesar de disfrutar de un día de recolección, en temporadas futuras podamos encontrar más setas y no se dañe el pequeño ecosistema que las sustenta», comenta Redondo, el agente con más años de trayectoria, quien cuenta con más de 20 años de experiencia en la Sierra Norte de Madrid.
En esta región, que es menos visitada en comparación con otras partes de Guadarrama más cercanas a la capital, no hay normas estrictas sobre la recolección. No se requieren permisos específicos ni hay áreas prohibidas, aunque esto no impide que en ocasiones aparezcan grupos organizados que se llevan furgonetas llenas de níscalos. El costo de estas setas frescas, que solo están disponibles durante aproximadamente un mes, suele estar alrededor de 30 euros por kilogramo.
Un agente forestal expresa su inquietud: «Hay personas que buscan comercializar estas setas y hasta le dicen a otros recolectores que son dueños del terreno, cuando en realidad es un monte público, solo para beneficiarse de él».
José Luis conversa brevemente con los agentes. «Todo está bien». A sus 60 años, ya tiene una amplia experiencia recolectando durante esta época en la sierra y es consciente de cómo hacerlo correctamente. Reconoce que ha visto a estos grupos en ocasiones. «Los notas, pero poco puedes hacer. ¡Como si fuera fácil hablar con cuatro tipos grandes!», comenta este entusiasta de la micología. Detrás de él, se acercan dos mujeres, entre las cuales se encuentra su suegra, Soledad Errán, de 80 años, que llega con su cesto de mimbre lleno de níscalos.
«Lo que realmente me molesta es que dañen el entorno, eso es algo que me incomoda bastante, porque nosotros cuidamos de los hongos desde que son pequeños. Ellos saben cómo actuar: recogen un níscalo y cubren el área para preservar las esporas que puedan germinar más adelante», relata esta experimentada recolectora. «Pero estas personas vienen con rastrillos y arrasan con todo. Una vez que utilizas un rastrillo, lo que queda se seca y no volverá a brotar».
Además, existe el peligro de recolectar setas tóxicas.
Los dos guardabosques dejan atrás a los visitantes y prosiguen por el sendero. Con un cigarrillo en mano, Redondo actúa como guía en estos parajes que domina completamente. Las setas brotan por todas partes. «Esto es una babosa. Esto, una lepiota, que se suele preparar empanada. Y esta se conoce como pedo de lobo, es muy porosa y no es comestible. Todos estos son níscalos. Y esto… esto es arriesgado: es una amanita muscaria».
Esta seta, conocida por su distintiva forma roja adornada con puntos blancos, atrae a un grupo de usuarios diferente a aquellos que buscan ingredientes para un guiso de patatas o un arroz con níscalos. Se utiliza como sustancia recreativa debido a sus efectos psicotrópicos, que se intensifican al deshidratarla. No obstante, una dosis excesiva puede resultar fatal.
«Es una seta altamente tóxica y el problema radica en que la concentración de veneno por cada gramo de seta no está del todo clara», explica el guardabosques. «Por eso, si no tenemos certeza, incluso un consumo moderado puede llevar a una grave intoxicación. Nuestro objetivo es que la gente se limite a recolectar únicamente lo que conoce bien».
El sendero conduce al embalse del Atazar. Esta vía, que conectaba el municipio de Atazar con Cervera de Buitrago, quedó interrumpida tras la construcción de la presa en 1972 y ahora finaliza en las aguas del embalse. Los dos agentes dan la vuelta y retoman el trayecto hacia su base en Buitrago de Lozoya, sin haber tenido ninguna incidencia.
Las sanciones y confiscaciones de setas recolectadas de manera ilegal son más frecuentes en diversas regiones de España donde hay un mayor número de recolectores. En Soria, por ejemplo, la temporada de 2023 resultó en la incautación de 3.421 kilos y se registraron 314 denuncias. En este lugar, se cuenta con procedimientos más claros sobre cómo gestionar las setas retiradas, las cuales se intentan vender mediante empresas que operan legalmente. En contraste, el agente reconoce que aquí se actúa de manera más improvisada cuando surge una situación similar.
«Recientemente no hemos tenido incidentes relacionados con la confiscación de estos productos», comenta Redondo. «Cuando ocurren, debido a que las setas son perecederas, se les puede entregar a alguien que las necesite, incluso a un restaurante local».