¿Cuántos años tienes? Aunque parezca una consulta simple, la contestación puede influir en la posibilidad de conseguir un trabajo o incluso de recibir atención médica. Vânia de la Fuente-Nuñez, experta internacional en edadismo y envejecimiento, que ha lanzado su obra La trampa de la edad, lo explica claramente.
Ella, que ha coautorado el Informe mundial sobre el edadismo de la ONU y dirige la Campaña Mundial Contra el Edadismo de la OMS, profundiza en su reciente publicación (disponible a través de Ediciones B) sobre cómo los estereotipos vinculados a la edad pueden perjudicarnos en cualquier etapa vital.
El edadismo se refleja en expresiones despectivas como «eres un viejuno», en la tendencia de relegar a trabajadores que alcanzan los 55 años, en la utilización de un lenguaje infantil hacia los ancianos e incluso en la negativa a otorgar préstamos basados únicamente en la edad de una persona. «Todos albergamos ciertas actitudes edadistas, aunque algunos son más propensos a ello», afirma la autora, quien es médica y antropóloga, en una ronda de preguntas.
«Con frecuencia, no somos conscientes de cómo nuestra edad es utilizada por instituciones para limitar el acceso a bienes o servicios, así como a oportunidades como empleo, formación, vivienda y hasta cuentas bancarias», menciona la experta. También destaca que este tema es relevante en el ámbito de la salud, afectando desde el diagnóstico que se recibe hasta los tratamientos que, en ocasiones, son denegados por la edad. Incluso se da la exclusión de personas mayores en estudios clínicos, incluidos algunos tratamientos médicos.
«El objetivo del libro es invitar a la reflexión sobre la influencia predominante que la sociedad ha otorgado a la edad, lo que explica el título La trampa de la edad. La edad en sí misma no es el problema, sino el significado que le hemos atribuido», concluye de la Fuente-Nuñez.
La autora señala que hay numerosas expresiones relacionadas con la edad que resultan altamente discriminatorias, como «eres un viejito» o «la juventud es un defecto que solo se soluciona con los años». Muchas personas emplean la edad para caracterizar nuestra identidad, dictar nuestras acciones y determinar las oportunidades que deberíamos recibir. «A medida que nos exponemos a estos estereotipos asociados a la edad en nuestra sociedad, eventualmente los hacemos propios y empezamos a aplicarlos en nuestras vidas», argumenta. De la Fuente-Nuñez opina que todos, en cierto modo, manifestamos edadismo. «Es un hecho que los hombres y quienes tienen miedo a la muerte, así como aquellos con menor instrucción, suelen mostrar más prejuicios hacia los ancianos. En contraposición, a mayor conocimiento sobre el proceso de envejecimiento y la interacción con personas de diversas edades, tendemos a ser menos propensos a este comportamiento», complementa la especialista. A veces, se asume que individuos de 47 años no podrían ser edadistas, ya que pronto se incluirán en el grupo de personas mayores. No obstante, se observa que quienes están en esta fase intermedia pueden ser aún más edadistas. Esto se debe a que es un mecanismo de defensa para distanciarse de la vejez, influenciado por el estigma y el temor de ser relacionados con ese grupo. En cuanto al edadismo, la autora enfatiza la necesidad de enfrentarlo y erradicarlo, ya que perjudica tanto a nivel personal como colectivo. «Produce efectos muy negativos en nuestra salud y bienestar, correlacionándose con una esperanza de vida reducida y peores condiciones de salud física y mental (como estrés, depresión y declive cognitivo), así como una disminuida calidad de vida. El edadismo nos divide y nos enfrenta. Como sociedad, genera una división nociva entre las generaciones joven y anciana».
Al tratar de separar la política de los medios de comunicación, se corre el riesgo de impedir que aquellos grupos que viven experiencias y frustraciones similares se organicen de manera colectiva para generar cambios, afirma la autora. Su libro presenta diversas herramientas para combatir el edadismo, como ‘Caza mitos’, que permite identificar desinformaciones que enfrentan a diferentes edades; un ejemplo de esto es el mito sobre la poca implicación de las personas mayores en temas climáticos. Otra herramienta es ‘La despensa’, que ayuda a reconocer las discrepancias entre nuestros principios y prejuicios, además de fomentar la empatía hacia los demás.
Asimismo, las ‘agujas de hacer ganchillo’ buscan construir una red intergeneracional; a mayor diversidad de edades, más efectivas serán las acciones contra el edadismo. Finalmente, ‘La gota de agua’ simboliza cómo un simple acto puede desencadenar cambios significativos en la sociedad. Si solo una de cada cuatro personas actúa contra el edadismo, se podría alcanzar un verdadero cambio de dirección, sin necesidad de involucrar a toda la población, explica. De la Fuente-Nuñez enfatiza que la discriminación se manifiesta en nuestras acciones, pero también en nuestros pensamientos, a través de estereotipos y prejuicios. Por último, menciona la necesidad de evitar el término ‘anciano’, ya que para muchos en la tercera edad tiene connotaciones negativas.