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La situación de crisis en el sector agrícola, impulsada por la popularidad de las imágenes de la lavanda, ha llevado a muchos a afirmar: «Todo es una gran ilusión»

La crisis en el sector agrícola debido al auge de la lavanda: «Todo es una ilusión»

La sobreproducción reciente, junto con la competencia de aceites sintéticos y cultivos foráneos, ha generado una creciente preocupación entre los agricultores por su futuro.

Durante el mes de julio, los campos de lavanda alcanzan su punto más hermoso, mientras muchos turistas visitan Brihuega, en Guadalajara, la cual se llena de personas atraídas por la extensa vista de cultivos malva que evocan a la Provenza.

Sin embargo, esa imagen idílica oculta una dura realidad. Los productores están enfrentando la falta de rentabilidad de sus cultivos. La frustración está presente en cada conversación, como expresa Juan José de Lope, agricultor y vicepresidente de Paisajes de Lavanda de Brihuega, quien clama por soluciones: «Solo deseamos vivir de nuestra tierra».

La lavanda y su hibrido, el lavandín, son principalmente cultivados para la extracción de aceite esencial, un componente clave en la industria de perfumes y cosméticos. Este sector ha experimentado un crecimiento notable, alcanzando un incremento del 12% en 2023, y superando los 10.400 millones de euros, según la Asociación Nacional de Perfumería y Cosmética. A pesar de estas cifras positivas, los agricultores no están viendo mejoras en sus ingresos y consideran la posibilidad de sobrevivir en su oficio como un desafío complejo que no les ofrece muchas esperanzas.

Los desafíos que enfrentan los cultivadores tienen un origen definido: la crisis provocada por la pandemia de COVID-19. Unos años antes, el precio del aceite esencial de lavanda y lavandín alcanzó niveles récord. La producción resultaba altamente lucrativa, con un costo de aproximadamente 40 euros por kilo, lo que llevó a los agricultores a sobreproducir, motivados por un extraño optimismo. Sin embargo, el confinamiento trajo consigo un parón: las compras de perfumes en los aeropuertos desaparecieron, dado que la mayoría de la gente dejó de viajar. Durante esos meses, el uso de maquillaje y fragancias se redujo drásticamente, ya que pocas personas salían de casa. No obstante, la agricultura siguió su curso y continuó produciendo numerosos cultivos.

En 2022, las ventas de artículos de perfumería y cosméticos repuntaron, y las empresas comenzaron a solicitar lavanda y lavandín. Sin embargo, la demanda no lograba igualar la oferta, ya que los depósitos estaban llenos de productos debido a la sobreproducción de 2019 y la baja en las ventas de 2020 y 2021. La ley de oferta y demanda se hizo evidente, lo que provocó una caída drástica de precios. Actualmente, los agricultores informan que el precio del kilo de lavanda se sitúa entre 8 y 9 euros.

Por otro lado, el turismo no representa una solución viable para la mayoría de los cultivadores, ya que ninguno obtiene ingresos por recepción de visitantes en sus campos. «Un agricultor no está para atender turistas», comenta Rodrigo Carrillo. Aunque el festival de lavanda ha puesto a Brihuega en el centro del turismo español, los beneficios económicos no se han trasladado a los agricultores. Carrillo señala: «Del turismo viven dos». Además, el vicepresidente de la Asociación Paisajes de Lavanda opina de manera clara: «La única salida ante la crisis que enfrentamos es eliminar los campos de lavanda; si el turismo se ve afectado, que así sea».

Desde 2012, un grupo de agricultores y empresarios ha estado llevando a cabo un festival dedicado a la lavanda. Lo que comenzó como una reunión informal ha evolucionado, y en 2020 se formó la Asociación Cultura de la Lavanda para planificar el evento de manera más estructurada. Para ayudar a cubrir los costos, la Asociación recibe una ayuda económica de 45.000 euros proporcionada por la Diputación de Guadalajara, además de apoyo del Ayuntamiento de Brihuega. En esta edición de 2024, las entradas tuvieron un precio que osciló entre 50 y 70 euros, y las actuaciones incluyeron a Maldita Nerea y Rozalén. El año anterior, en 2023, los artistas fueron Taburete y Víctor Manuel. Este festival ha contado en ediciones pasadas con el respaldo de marcas reconocidas como Loewe, Porsche y American Express, así como el apoyo de la Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha. Aproximadamente 2.000 personas visitan diariamente los campos de lavanda de Brihuega, y durante los fines de semana, esa cifra aumenta notablemente. Según un estudio titulado «La lavanda y el desarrollo local», se estima que en 2021, los ingresos por actividades turísticas en Brihuega llegaron a 2,6 millones de euros.

Los agricultores están excluidos de los beneficios que genera el turismo. Ángel Corral, líder de la Asociación Cultural de la Lavanda, afirma que su sustento proviene de la producción de aceite esencial, pero no tienen ingresos directos del sector turístico. Juan José Laso, presidente de la Asociación Provincial de Agricultores y Ganaderos de Guadalajara, expresa el «descontento» que sienten muchos trabajadores del campo ante esta situación: «Los que están en el día a día de los cultivos ven cómo otros se benefician de su esfuerzo, mientras ellos casi no obtienen ninguna ganancia. El malestar aumenta cuando políticos vienen a tomarse fotografías, sin ofrecer verdadero apoyo a los agricultores». En abril, el Partido Popular propuso en las Cortes de Castilla-La Mancha incrementar las ayudas de 155 euros que se establecieron en 2017 a 310, pero la votación resultó en una sorpresa: PSOE y Vox se unieron y votaron en contra.

Trabajando a pérdidas
Ante los estragos de la pandemia de covid-19, muchos agricultores accedieron a ayudas públicas proporcionadas por la Junta de Castilla-La Mancha. Estas subvenciones, fijadas en 2017 cuando el precio de la lavanda alcanzó su punto más alto, son de 155 euros por hectárea. «Considerando los actuales precios de venta, con estas ayudas estamos operando a pérdida», señala Juan José. Según los agricultores, el mantenimiento de una hectárea cuesta alrededor de 1,200 euros al año, mientras que los ingresos que obtienen son de 800 euros, resultando en pérdidas de aproximadamente 400 euros por hectárea, muy por debajo de los 155 euros de ayuda. Ángel Corral también se refiere a esta situación: «No tenemos dónde vender el aceite esencial. Estamos incurriendo en pérdidas, pero la inversión inicial fue tan elevada que no podemos simplemente abandonarlo».

Las ayudas otorgadas en Castilla-La Mancha han resultado perjudiciales para numerosos agricultores, quienes ahora se encuentran limitados en su capacidad para eliminar por completo sus cultivos, ya que tendrían que reembolsar parte de las subvenciones recibidas. Juan José de Lope afirma que la Asociación Paisajes de Lavanda ha intentado comunicar estas dificultades a los representantes políticos de la Diputación, pero no ha obtenido respuesta alguna. Desde la sección de Agricultura de la Diputación manifiestan a El Confidencial que no tienen autoridad en cuestiones de ayudas, mientras que el departamento de Turismo no ha contestado a las solicitudes de este medio.

El problema principal de esta crisis es la sobreproducción, pero también surge otra inquietud entre algunos campesinos: la llegada al mercado de cosméticos elaborados con aceites sintéticos producidos industrialmente, cuyo coste es inferior al de la elaboración de perfumes o cremas naturales. Abelardo Carrillo, quien preside la Asociación Nacional Interprofesional de Plantas Aromáticas y Medicinales (Anipam), apuntó que la solución radica en un correcto etiquetado: “Cualquier producto que no esté claramente señalado como puro y natural no garantiza contener elementos procedentes de la naturaleza. Lo que demandamos a la Administración es apoyo para establecer esta diferenciación, para que el consumidor pueda identificarlo fácilmente”.

Finalmente, los agricultores subrayan la competencia de Bulgaria. “Compiten en una categoría diferente”, señala Corral, quien explica que “los cultivos búlgaros han ganado una gran penetración en el mercado francés, que solía ser nuestro principal cliente. Ellos cuentan con una producción significativamente mayor y costos más bajos, lo que les permite ofrecer precios muy reducidos. Nos encontramos en una situación desfavorable”, concluye el agricultor.

Ante la actual situación, los agricultores se ven obligados a tomar decisiones drásticas. Santiago Carrillo ha señalado que de las 150 hectáreas que dedica a la producción de lavanda, solo mantendrá 30, utilizando el resto para cultivar cereal. Juan José de Lope también está reevaluando su terreno y tiene la intención de conservar aproximadamente 120 hectáreas de la misma superficie. «Mi familia ha estado en este negocio durante seis décadas, pero ahora, aunque los campos son hermosos, es solo una ilusión. Muchos de nosotros en Castilla-La Mancha estamos viviendo con pérdidas», enfatiza de Lope. Por su parte, Juan José Laso mantiene un enfoque más tranquilo frente a la crisis que atraviesa el sector: «Es un ciclo. Este tipo de situaciones se ha presentado en los últimos 30 años, incluso ocurrió recientemente con el espárrago, hasta que el mercado se ajustó solo. En Guadalajara, hay 3.100 hectáreas de lavanda y, posiblemente, eso es excesivo para la demanda actual», afirma.

Durante julio, con altas temperaturas y un país en vacaciones, los campos de lavanda alcanzan su máximo esplendor. Muchos turistas, maravillados por vastas extensiones de cultivos de un intenso color malva que evocan la Provenza, visitan Brihuega, un municipio con 2.300 habitantes. La imagen es impresionante, pero detrás de este atractivo turístico, los agricultores enfrentan un grave problema de rentabilidad. La desesperanza se siente en las conversaciones de quienes trabajan en el campo: «Solo pedimos poder ganarnos la vida con nuestra labor», clama Juan José de Lope como un llamado a la acción.

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