Un malentendido que termina en tragedia: el asesinato de Samuel Luiz sin redención.
La pandilla de A Coruña se fractura después de la «cacería»: dos de los implicados delatan a sus compañeros y a dos menores involucrados. «No puedo afirmar si era gay.
Era una persona, como cualquiera», afirmó el senegalés que lo socorrió tras la agresión.
El horror carece de justificación. ¿Qué llevó a siete jóvenes de A Coruña a ser acusados de matar a un joven de 24 años a golpes? No lo conocían y no habían intercambiado palabra alguna.
Fue un ataque desproporcionado, un enfrentamiento de grupo que resultó mortal, asemejándose a una manada persiguiendo a su víctima hasta llevarla a la extinción. Samuel no tuvo oportunidad de defenderse frente a la salvajidad de un ataque tan repentino que terminó con su vida en cuestión de minutos, en el paseo marítimo de Riazor.
¿La razón? Carece de sentido: un malentendido trivial que derivó en una «cacería inhumana». Esta semana, el inicio del juicio por el asesinato de Samuel Luiz en la Audiencia Provincial de A Coruña ha reavivado todos los elementos de un caso que impactó a España por su brutalidad sin razón. La comunidad LGTBI se ha movilizado, desatando una ola de protestas reclamando justicia y tolerancia, considerando el acto como un crimen de odio.
Entre whisky y discusiones en un reservado, la tensión se palpaba.
Cerca de allí, Samuel Luiz y su amiga Lina están sentados, deseando compartir con Vanesa, que se encuentra en Pontevedra, cómo fue su primera noche de fiesta después de un largo período de confinamiento. Montaña, que estaba bajo los efectos del alcohol y actuando de manera muy agresiva, confundió una videollamada con una grabación, lo que lo llevó a un estado de furia. En medio de su alteración, comenzó a golpear a un joven de su misma edad mientras lanzaba amenazas como «deja de grabar o te voy a matar, maricón», comentarios que fueron respaldados por múltiples testigos.
En ese instante, Alejandro Freire, conocido como ‘Yumba’, corrió hacia el lugar para unirse al enfrentamiento. Dos testigos y un acusador indican que ‘Yumba’ inmovilizó a Samuel utilizando la técnica conocida como ‘mataleón’. En ese momento, Samuel tenía 21 años y provenía de una familia adinerada en la ciudad.
Además, un cuarto implicado, Kaio Amaral, también fue señalado por haber robado el teléfono de Samuel, que estaba tasado en aproximadamente 900 euros y que intentó vender por solo 100 euros poco después, según el testimonio de otro integrante de una pandilla que ahora atraviesa un proceso de acusaciones internas. También se encontraban involucrados dos menores, Diego P. y Marco V., uno de los cuales portaba un kubotán, un arma de defensa personal japonesa que se asemeja a un cilindro metálico y que ya contaba con un historial problemático a su corta edad.
Así fue como se desató una brutal golpiza, llena de puñetazos, golpes con botellas y patadas en la cabeza, en la acera, bajo un árbol que embellece el paseo marítimo de A Coruña, completamente a la vista de todos en una noche de verano. La multitud atacó a Samuel, convirtiendo la escena en un linchamiento registrado por las cámaras de seguridad entre las 2:58 y las 3:04 de la madrugada.
Este viernes, Lina, amiga de Samuel y testigo fundamental de un violento incidente, compartió su experiencia emocionalmente desgarradora. Con lágrimas en los ojos, narró cómo Montaña los asaltó y cómo su novia, Katy, actuó de manera «agresiva», empujándola al suelo y obstaculizando la asistencia. «Aquí no tienes nada que hacer», le lanzó, contradiciendo la versión de la acusada, quien había afirmado el día anterior que intentó detener el ataque.
Lina describió que, en cuestión de segundos, se generó un caos devastador, con múltiples personas golpeando a Samuel mientras otros contemplaban sin intervenir. Solo Ibrahima Diack y Magatte Ndiaye, jóvenes migrantes de Senegal, se atrevieron a ayudarlo a salir de la masa de cuerpos que lo agredían, intentando cruzar la calle, «perseguidos y rodeados», en un intento fallido por salvarlo.
Siguiendo la petición de Samuel, Lina retrocedió para recuperar el teléfono de su amigo, que había sido robado por sus atacantes. Sin embargo, la multitud los persiguió a lo largo de unos 150 metros y atacaron a Samuel nuevamente frente a una zona de comida al otro lado de la carretera. Las agresiones continuaron hasta que las luces de la policía se hicieron visibles.
«Estaba cubierto de sangre. Los golpes venían de todos lados. Nunca habíamos presenciado algo similar y estábamos aterrorizados», manifestó Ibrahima Diack en la sala del juicio, reconociendo a algunos de los agresores que se encontraban presentes.
En un relato escalofriante, recordó: «Cayó desmayado en mis brazos mientras nos rodeaban». Cuando el abogado defensor del principal acusado preguntó: «¿Se dio cuenta de que era homosexual?», Ibrahima respondió firmemente: «No lo sé. Era un ser humano, igual que yo», desafiando así la táctica provocadora del abogado.
La agresiva pandilla no solo atacó a Samuel, sino que también dirigió su violencia hacia el senegalés que lo defendía. Sin embargo, su resistencia física le permitió aguantar mejor la golpiza, mientras Samuel caía debilitado. Actualmente, hay otro procedimiento judicial por la agresión al inmigrante que permaneció al lado de Samuel y su amigo Magatte, aunque ambos carecían de documentación y enfrentaban la posibilidad de ser deportados.
La noche se volvió interminable para todos involucrados. Al escuchar las sirenas de la Policía Local, los agresores se diseminaron rápidamente. Se comunicaron a través de WhatsApp con mensajes de voz y textos urgentes, acordando reunirse poco después en el parque Europa, a dos kilómetros del lugar donde habían dejado a Samuel gravemente herido. «Él era un maricón de mierda», afirmó Diego Montaña, conforme a los testimonios recogidos en el sumario.
Mientras tanto, en el hospital, dos de los acusados, Kaio Amaral y Álex Míguez, visitaron a Lara, otra integrante de su grupo que se hallaba en estado de coma etílico. En ese momento, se enteraron de la muerte de Samuel y rápidamente informaron a sus cómplices. Se volvieron a reunir de madrugada, esta vez en el parque de San Diego, buscando ajustar sus versiones, borrar mensajes y destruir evidencia.
Según declaró Álex Míguez, uno de los acusados que se volvió en contra de su antiguo amigo, «Yumba estaba completamente fuera de control, insistía en que él no había hecho nada y que no fue el responsable de la muerte». El ADN de Yumba y Diego Montaña se encontró en el cuerpo de Samuel. En las declaraciones policiales, Kaio Amaral también implicó a ambos, aunque Yumba acusa a Kaio de haberle dado una patada en la cara. A pesar de la fractura en su amistad, los tres, Diego, Alejandro y Kaio, siguen recluidos en la prisión de Teixeiro desde su arresto en el verano de 2021.
Tres meses después de que se cometiera el crimen, las autoridades detuvieron a Álex Míguez, quien se convirtió en el séptimo sospechoso vinculado a la turba. Tanto él como Katy Silva permanecen en libertad bajo cargos. Álex, el mejor amigo de Diego Montaña y el más mayor de la pandilla a sus 25 años, trabaja como camarero en una jamonería en Riazor. Durante su interrogatorio, presentó incoherencias y trató de alejarse del delito, señalando a Diego, Yumba y dos menores como cómplices.
En cuanto al caso, los cinco acusados: Diego Montaña, Katy Silva, Alejandro Freire, Kaio Amaral y Álex Míguez enfrentan penas que oscilan entre 22 y 27 años de prisión por el asesinato con premeditación y alevosía. La pareja se enfrenta a una agravante por odio debido a la orientación sexual de la víctima, además de ser considerados responsables de apropiación indebida al llevarse el móvil de Samuel, que Álex afirmó haber arrojado por miedo; el dispositivo nunca fue recuperado.
Sobre los dos menores involucrados, estos evitaron ser juzgados como adultos por algunos meses. Ambos admitieron su culpabilidad en el asesinato en 2022 y actualmente cumplen una condena de tres años y medio en un centro de menores.
La Fiscalía sospecha que el crimen podría haber sido motivado por homofobia, una agravante que se aplica a Diego y Katy basándose en los testimonios que destacan los insultos racistas y despectivos dirigidos a Samuel. Sin embargo, corresponderá al jurado popular, compuesto por nueve miembros, decidir si se considera esta agravante. El juicio, que continuará hasta el 18 de noviembre, implicará a más de 84 testigos, incluidos los menores ya juzgados, agentes de policía, forenses, y las declaraciones de los tres principales acusados, para esclarecer el papel de cada uno en la muerte de Samuel.
La atrocidad carece de justificación. No existe perdón. ¿Qué motiva a un grupo de siete jóvenes de A Coruña para ser acusados del asesinato violento de un chico de 24 años? No tenían relación alguna. Nunca intercambiaron palabras. Se trató de un asalto despiadado donde un grupo se lanzó contra un individuo, similar a una manada acechando a su presa hasta aniquilarla. Samuel no tuvo la oportunidad de defenderse frente a la ferocidad de un ataque tan inesperado que lo dejó incapacitado en cuestión de minutos, en el malecón de Riazor.
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