Categorías: Crónica
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17 octubre, 2024 5:52 am

Una vía divide dos realidades: «Residimos a solo 60 metros, sin embargo, nuestras elecciones, nuestra alimentación y nuestra forma de vida son completamente diferentes.»

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Una calle, dos realidades: «Estamos a 60 metros de distancia, pero nuestra vida es muy distinta» La calle Valderribas se encuentra dividida entre dos distritos, siendo una notable línea divisoria en la urbe. Entre los balcones de Ainhoa y Nacho hay precisamente 65 metros, equivalentes a los doce carriles de la M-30 que los separan, creando dos universos diferentes.

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A pesar de que ambos, Ainhoa (abogada) y Nacho (ejecutivo de una aseguradora), tienen ingresos similares y residen en la misma vía, ella forma parte de Puente de Vallecas, el segundo distrito más desfavorecido de la ciudad, mientras que él vive en Retiro, reconocido por su alto poder adquisitivo.

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«Te confieso que cada mañana disfruto de mi café observando las casas del otro lado, pero aún no he cruzado. No hay un motivo específico, simplemente no veo que Vallecas ofrezca algo que me interese», comparte Nacho con este medio. Alquilaron su hogar, junto a su pareja, por un precio de 1.400 euros en 2018; ahora teme que la renovación implique un aumento significativo en el alquiler. En contraste, Ainhoa abona 780 euros por un departamento similar, aunque con diferente contexto. «Hay que diferenciar entre el piso y la zona. ¿El del otro lado tiene esto?», menciona Ainhoa, señalando a un grupo de personas sin hogar que se encuentran en un banco bajo su balcón. «¿Sabías que en este parque, que parece estar abandonado, hay una invasión de conejos? A veces se ven ratas junto a ellos, y se persiguen mutuamente. Desde hace tiempo, no puedo soltar a mi perro, porque si ve uno de esos bichos, sale corriendo tras ellos. Aquí los problemas no tienen solución», se queja Ainhoa. Sin embargo, también siente el temor de que su alquiler suba en cualquier momento.

Las ciudades requieren diversos elementos para su expansión, siendo los ladrillos y el cemento los más fundamentales. En la primera mitad del siglo XX, Madrid dependía en gran medida de estos materiales que provenían a través de una vía específica. Valentín González, un ex agente de policía apasionado por su barrio, Vicálvaro, donde ha establecido un museo histórico, explica que el camino de Valderribas, que conecta la capital con Rivas del Jarama —actualmente conocido como Rivas-Vaciamadrid—, ganó relevancia a partir de 1925. Por esta ruta se transportaban los envíos de ladrillos y cemento desde la fábrica Valderribas hacia la estación de Atocha y la Puerta de Alcalá, una de las entradas principales a la ciudad.

Determinar el momento exacto de la aparición del camino de Valderribas es complicado. Los primeros documentos que lo mencionan son de principios del siglo XIX, aunque se hace referencia a los accesos de Vallecas de manera marginal. Uno de los relatos más destacados es la novela «La Busca» (1904) de Pío Baroja, donde tres personajes principali visitan este camino en varias ocasiones para realizar actividades ilícitas en el asentamiento conocido como Doña Carlota, hoy parte del barrio de Numancia en Puente de Vallecas. Según Javier Moral, residente de Numancia y parte de la asociación vecinal, tanto el camino de Valderribas como el actual Avenida de Barcelona compartían la necesidad de cruzar el Arroyo del Abroñigal, donde más tarde se edificaría la M-30. Moral recuerda que en su tiempo, el camino de Valderribas no estaba separado y que toda la zona al sur de la calle Doctor Esquerdo era considerada parte de Vallecas.

La zona conocida como Las Californias, situada en el distrito de Pacífico, funcionaba como un polo industrial que suministraba productos a las tiendas de Vallecas, en particular aquellas ubicadas en el camino de Valderribas, según recuerda Moral. «Con la construcción de la M-30 en los años 70, quedamos desconectados del resto de la ciudad. La calle de hoy narra la historia de Madrid y refleja cómo las inversiones municipales pueden generar divisiones», señala. Los diferentes tramos de esta calle no comparten una sola característica en común. Por ejemplo, el área de Retiro presenta un ingreso doble en comparación con Vallecas; mientras algunos residentes apoyan a la derecha, otros optan por la izquierda. Al norte, predominan los altos directivos y gerentes, mientras que al sur residen más empleados del sector de la restauración. La disparidad también se evidencia en el fútbol: Ainhoa es socia del Rayo Vallecano, mientras que Nacho prefiere asistir al Bernabéu cuando puede. «Vivimos a escasos 60 metros, nos encontramos al mirar por la ventana, pero nuestras preferencias políticas, alimenticias y estilos de vida son distintos», comenta Ainhoa. Tomando un ejemplo concreto, hace dos años, algunos habitantes de la parte acomodada de Valderribas se opusieron a las obras de reestructuración de la calle Doctor Esquerdo, que tuvieron un coste de 7,7 millones de euros. Sostenían que los carriles bici eran innecesarios y que generaría incomodidades. En el otro lado de la M-30, las asociaciones de vecinos han estado solicitando durante décadas al Ayuntamiento que planten algunos árboles en el vacío de la calle Canfranc, pero sin resultados, incluso después de las promesas de Martínez-Almeida en la última campaña. «En ese solar hay muchos coches abandonados desde hace años… ¿acaso permitirían que esto sucediera en un solar de Retiro? No hay mejor manera de ilustrar las diferencias entre un barrio adinerado y uno desfavorecido», lamenta Javier Moral. Los problemas en Valderribas se originan, en parte, por una deficiente planificación urbana.

Es fundamental reconocer que zonas como Pacífico, Guindalera y Prosperidad se consideran, desde un inicio, suburbios de Madrid. Esto significa que han sido objeto de planificación municipal, siguiendo criterios de habitabilidad. En cambio, Vallecas posee un carácter independiente y un desarrollo caótico, siendo incorporado a Madrid en 1950, cuando ya era más grande que el propio municipio madrileño, explica Manuel Valenzuela, profesor de Geografía Humana en la Universidad Autónoma. «No se puede afirmar que las instituciones hayan dejado de lado a Vallecas. El régimen franquista, por ejemplo, intentó organizar el tráfico en una zona donde las calles no contaban ni con nombres. ¿Te has dado cuenta de que muchas calles allí llevan nombres de montañas españolas? Eso ocurrió porque se tuvieron que crear sobre la marcha, dado que la construcción fue desordenada, hecha por terratenientes que parcelaban y construían a su antojo», añade el profesor. «Además, no olvidemos que hasta los años 60, cuando se construyó la ramificación del Canal de Isabel II, muchas viviendas del barrio carecían de agua». Uno de los problemas más graves radica en la gestión de residuos. «En Retiro hay amplias aceras y urbanizaciones con conserjes que se encargan de guardar la basura hasta la noche, cuando la sacan. Aquí no hay fondos para conserjes ni espacio en las aceras, por eso estamos en esta situación», lamenta Moral. Es evidente que en la parte menos favorecida de Valderribas resulta complicado caminar sin encontrarse con bolsas de basura abiertas o incluso con la presencia de roedores. Esta situación se ha normalizado tanto que un par de turistas que acaban de salir de un Airbnb tiran sus desechos sin cuidado, esparciéndose por la acera. «Otro problema es que muchas personas en situación de calle abren las bolsas en busca de comida, dejando todo desordenado».

¿Qué opciones tenemos ante esta situación? Según Moral, nuestras alternativas son limitadas, lo único que queda es solicitar una vez más al ayuntamiento que incremente la frecuencia de recogida de residuos. Además, el diseño urbano tiene un impacto significativo en las temperaturas locales. En Vallecas, por ejemplo, se registra un calor mucho más intenso que en el distrito de Retiro, donde las temperaturas pueden ser hasta ocho grados más frescas durante los meses estivales. Antonio Giraldo, concejal y urbanista del PSOE en Madrid, señala que el urbanismo afecta aspectos inesperados; durante la pandemia, se observó que la tasa de mortalidad fue más alta en barrios del sur de la M-30 en comparación con áreas dentro de la circunvalación.

Su partido aboga por la demolición del paso elevado de la M-30 en Vallecas, un proyecto complejo que lleva varios años buscando soluciones. Aunque en otras partes de la ciudad, como la calle Segovia y el barrio de Caramuel, se han atenuado las diferencias socioeconómicas debido a proyectos como Madrid Río, Vallecas sigue siendo un límite significativo.

La pregunta es si el soterramiento de la M-30 ayudará a unir Valderribas. Giraldo responde que eliminar estas divisiones es favorable, pero debe hacerse con precaución. Algunos residentes de Vallecas consideran la M-30 un elemento que les protege de la especulación y el aumento de precios que podría resultar inasequible para ellos. Por lo tanto, opina que el soterramiento en Vallecas debe ir acompañado de medidas que garanticen la protección de la comunidad.

En un espacio reducido, hay exactamente 65 metros de distancia entre los balcones de Ainhoa y Nacho, que son los mismos que separan a los dos lados de los doce carriles de la M-30, una separación que representa más que solo distancia física.

A pesar de que Ainhoa, que trabaja como abogada, y Nacho, un ejecutivo en el sector de seguros, cuentan con ingresos similares y residen en la misma vía, Valderribas, sus orígenes son distintos. Ainhoa pertenece a Puente de Vallecas, conocido por ser el segundo distrito más empobrecido de la capital, mientras que Nacho vive en Retiro, una de las zonas más privilegiadas de Madrid.

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