Un restaurador ha sido condenado a cuatro años de prisión por quedarse con una imagen de Santa Margarita de Cortona, una obra de arte barroca que las monjas clarisas del convento de los Ángeles le habían confiado para su restauración.
El hombre intentó lucrarse al vender la estatua a un galerista, también engañado en el proceso.
La historia de Santa Margarita, procedente de una familia rica cerca de Nápoles, relata su transformación espiritual tras una revelación del Espíritu Santo. Luego de llevar una vida marcada por el pecado, decidió dedicarse a Dios, viajando para disculparse con aquellos que ofendió durante su vida de excesos.
Su travesía por Italia culminó en la fundación de un convento en Cortona, localidad que lleva su nombre.
Seiscientos años después, una escultura de la santa salió del convento granadino para ser restaurada, pero nunca regresó. Durante su trayecto, pasó por ciudades como Nueva York y Maastricht, aunque finalmente la imagen regresó a Granada. La Administración autonómica se encargó de su custodia tras evitar que la obra de la monja italiana fuera comercializada de forma ilegal.
El autor de este desafortunado incidente es un restaurador llamado Santos Boy J. B., quien ha sido sentenciado a cuatro años de cárcel por la Audiencia de Granada debido a un delito de apropiación indebida relacionado con el patrimonio histórico, en un caso que se inició hace más de cinco años. En abril de 2018, este individuo se llevó la imagen de Santa Margarita de Cortona del convento de los Ángeles. Las monjas clarisas del lugar, que ya se encontraban en un proceso de clausura, le confiaron la figura policromada para que la restaurara. Sin embargo, cuando las religiosas solicitaron en varias ocasiones la devolución de la talla, Santos les dio «una versión deficiente» de la original, según se detalla en los hechos confirmados por la sentencia emitida el 9 de octubre, firmada por el magistrado Ricardo Puyol, quien hasta hace poco era director de la Oficina de Lucha contra el Fraude y la Corrupción de Andalucía.
Sor Josefa P., quien era la responsable de las clarisas en el convento en el momento de la entrega, reconoció que, en un inicio, no notaron el cambio, ya que el restaurador no se presentó en Granada para devolver la figura, sino que lo hizo en un convento que la comunidad posee en Estepa, Sevilla. La monja, en su declaración como testigo, explicó que su orden estaba inmersa en el cierre de dos conventos y no les pareció extraño permitir que se le entregara la talla para su restauración, algo que consideraban habitual en la gestión de su patrimonio. No fue hasta que el hecho delictivo fue difundido en los medios que se dieron cuenta de que su Santa Margarita estaba lejos del barrio del Realejo en Granada.
Un especialista del Instituto Andaluz del Patrimonio Histórico (IAPH) reveló que las hermanas se encontraban muy asustadas. Este perito, vinculado a la Consejería de Cultura y Deporte, estaba familiarizado con la obra original y describió la copia como una «broma» debido a su baja calidad artística. Aseguró que las monjas no sospechaban que lo que tenían en manos era una imitación y ni siquiera llegaron a abrir el paquete. El perito destacó la fragilidad de las comunidades religiosas en situaciones como esta, afirmando que tales casos son «más frecuentes de lo que pensamos».
En este enredo, se encuentra el galerista Nicolás Cortés, quien fue exonerado a pesar de que fue el primero en intentar vender la figura, tanto en la feria de Maastricht como en Tefaf Nueva York. Su absolución se debe a que también él fue engañado por Santos Boy. J. C., quien pretendía conseguir «un beneficio ilícito» al cambiar la talla con las religiosas. Tras apropiarse de la estatua barroca, la vendió a Cortés por 90.000 euros en junio de 2018, como lo menciona el fallo judicial. A cambio, recibió 45.000 euros por transferencia y un BMW X5 de igual valor, aunque había incertidumbre sobre la posibilidad de exportar la pieza debido a sus orígenes religiosos.
Las obras de la Iglesia Católica, como esta en particular, se integran al patrimonio histórico de Andalucía, tal como lo destacó un experto del IAPH que participó en la investigación judicial. Esta pieza está registrada en un inventario elaborado por la Junta de Andalucía durante los años 80 sobre los bienes eclesiásticos, que incluye incluso una fotografía, aunque erróneamente se identifica con el nombre de otra santa, Rosa de Viterbo. Este perito confirmó que la obra data del siglo XVIII y se relaciona con la familia De Mora, compuesta por Bernardo, el padre, y sus hijos Diego y José. «Independientemente de quién la creó, es una obra de gran valor», subrayó el especialista del IAPH, con una estimación entre 300.000 y 400.000 euros.
La evaluación del experto coincidió bastante con lo que el galerista Nicolás Cortés fijó como precio inicial en Maastricht, que fue de 350.000 euros. Sin embargo, ante la falta de ofertas, decidió ofrecerla nuevamente en Nueva York durante la feria de Arte y Antigüedades Tefaf. Fue en esta situación que surgió el escándalo, y el galerista aclaró que no compraba obras de conventos, sino que creía que la pieza provenía de una colección privada. La sentencia determinó que el galerista adquirió la escultura barroca, atribuida a José de Mora, «sin conocimiento de su origen ilegal y sin saber que era imposible comerciar con ella», dado que este es un bien mueble de la Iglesia catalogado como parte del Patrimonio Histórico Andaluz. A pesar de todo, Nicolás Cortés logró obtener el certificado de exportación emitido por el Ministerio de Cultura.
La decisión emitida el 9 de octubre rechazó la afirmación del restaurador, quien alegó haber adquirido la obra de las monjas con la intención de restaurarla. El juez consideró «poco creíble» que se realizara una compraventa de tal magnitud sin contar con documentos que la respalden, como aseguran las religiosas. Además, resulta cuestionable que Santos Boy J. B. devolviese una réplica «de mala calidad», a pesar de haber declarado que compró la escultura de Santa Margarita de Cortona, que ha estado en el museo de Bellas Artes de Granada durante todos estos años. Es probable que su destino final sea ese mismo museo, ya que el convento del que proviene ha permanecido cerrado por años; por lo tanto, no sorprendería que la pieza terminara en las salas del Palacio de Carlos V junto a otras obras del barroco granadino que forman parte de la reciente exposición inaugurada sobre Torcuato Ruiz del Peral, quien se formó en el taller de Diego de Mora.