### Explorando cuevas, ermitas y pueblos medievales: un recorrido en coche por las raíces de Castilla y León
Los contrastes de color en el paisaje, los amplios bosques que parecen guardar antiguos secretos, y los ríos de aguas puras que fluyen suavemente son solo algunos de los encantos que se encuentran en el norte de Burgos.
Visualiza un lugar donde el tiempo parece detenerse, donde cada giro en la carretera revela vistas fascinantes, y donde la historia ha dejado su marca a través de castillos, monasterios y aldeas medievales. Tal es la esencia de las Merindades de Burgos, una región al norte de Castilla y León que impresiona por su riqueza y esplendor natural.
Entre verdes montañas que rememoran la cercana Cantabria y ríos que atraviesan cañones, la naturaleza se funde con un legado histórico que abarca siglos. Desde espléndidas ermitas de estilo romántico hasta diminutas aldeas que parecen desafiar la gravedad colgando de los acantilados, este rincón de Burgos es un auténtico hallazgo por explorar.
El aire puro de la tarde recibe a los viajeros en las ruinas del monasterio de Santa María de Rioseco, donde las sombras se proyectan sobre los muros que desafían al tiempo. El suave murmullo del río Ebro, que avanza entre las paredes rocosas, acompaña a los visitantes mientras se adentran en este mágico lugar de las Merindades. Este es solo el inicio de una aventura cautivadora por una comarca que parece suspendida en el tiempo, donde la naturaleza y la historia se entrelazan en un escenario de espléndida belleza y joyas patrimoniales fascinantes.
Vestigios y ermitas olvidadas a lo largo del tiempo.
El aventurero tiene la oportunidad de descubrir desde imponentes cascadas y vastas formaciones kársticas, hasta encantadoras aldeas medievales y antiguas ermitas que parecen surgir del paisaje. Este recorrido en coche por esta parte de Castilla y León inicia en Espinosa de los Monteros, un villa aristocrática que hace frontera con Cantabria, y nos llevará a través de algunos de los rincones más fascinantes de la zona.
La paz que se siente en este diminuto pueblo, que en su época dorada fue hogar de familias nobles como los Velasco, se percibe en cada esquina. Su legado es impresionante: desde la Torre de los Velasco hasta el Palacio de los Marqueses de las Cuevas de Velasco, cada paso nos transporta a épocas pasadas. No solo su herencia es lo que maravilla, el entorno natural de la Montaña Pasiega, con sus prados verdes y ríos cristalinos, aporta una dimensión rural al recorrido. Aquí, los inviernos parecen más severos, pero brindan paisajes dignos de una tarjeta postal, con montañas cubiertas de nieve al fondo.
A corta distancia de Espinosa de los Monteros se halla uno de los grandes tesoros de Las Merindades: el sistema kárstico de Ojo Guareña. Este asombroso monumento natural alberga más de 110 kilómetros de pasajes subterráneos. Sin embargo, la verdadera perla es la ermita de San Bernabé, situada dentro de una de las cuevas y adornada con murales que narran relatos del siglo XVII. La cueva Palomera, aunque menos famosa, ofrece una experiencia igualmente cautivadora para aquellos que disfrutan de la espeleología.
Siguiendo el camino, arribamos a Puentedey, un encantador pueblito que parece levantado sobre una maravilla natural. El río Nela ha esculpido con cuidado un arco en la piedra, formando el conocido «Puente de Dios», donde se asienta la aldea. Es casi indispensable ascender al mirador de San Andrés para contemplar las impresionantes vistas, así como realizar una corta caminata hacia la cascada de la Mea, un lugar repleto de paz.
La siguiente etapa de nuestro viaje es Medina de Pomar, la localidad más grande de la región. Este poblado histórico, que fue una vez dominado por la influyente familia Velasco, ha mantenido su esencia medieval mientras incorpora toques contemporáneos con su vibrante arte urbano. Recorrer sus calles, entre edificios con escudos y murales modernos, nos recuerda la rica herencia que guarda, especialmente en el alcázar de los Condestables, actualmente un museo.
El entorno montañoso que rodea el valle de Manzanedo alberga las ruinas del monasterio de Rioseco, un legado silencioso de épocas pasadas. Los cistercienses que habitaron aquí hallaron el espacio ideal para la meditación y el trabajo. En la actualidad, las ruinas continúan asombrando por su grandeza y se encuentran bajo un proyecto de restauración comunitaria.
Más hacia el sur, la ermita de San Pedro de Tejada, adornada con esculturas románicas y una majestuosa torre, nos transporta al siglo XII. Visitarla al atardecer, cuando los rayos del sol bañan suavemente su interior, se convierte en un espectáculo visual que permanece grabado en la memoria.
Así, cerramos esta emocionante travesía.
La travesía culmina en Frías, una localidad que parece estar atrapada en la época medieval. Sus estrechas y empedradas calles, junto con el impresionante castillo que se alza en el horizonte, nos transportan a un era de héroes y relatos antiguos. Las famosas «casas colgadas» que se asoman al río Ebro, sumadas al aire medieval del entorno, hacen que Frías se destaque como uno de los pueblos más encantadores de España. En sus alrededores, las cascadas de Tobera aportan un elemento natural que realza la experiencia vivencial.
El recorrido finaliza en Oña, un destino imprescindible para quienes tienen interés por la historia. El monasterio de San Salvador, que en su momento albergó a los reyes de Castilla, se erige como un magnificente símbolo del poder e influencia de esta región en épocas remotas.
Las Merindades de Burgos representan una inmersión en el alma de Castilla y León, un lugar donde la historia y la naturaleza se entrelazan, ofreciendo una experiencia singular a quienes deciden explorarlo.
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