Hombro izquierdo, hombro derecho, nariz, oreja izquierda, nariz, oreja derecha. El resonar de la pelota contra el suelo se escucha. Una breve pausa. Tres rebotes adicionales y el sonido profundo de esfuerzo que siempre marca el inicio de su juego.
Este ritual, tan familiar para los aficionados, se repetirá una última vez en la Final de la Copa Davis (del 19 al 24 de noviembre), en la cual Rafa Nadal ha anunciado que participará en sus últimos encuentros oficiales. La ensaladera, que potencialmente sería su sexta, simboliza el cierre perfecto de su trayectoria.
El 15 de agosto de 2004, en Sopot, Polonia, un joven Rafa Nadal, de apenas 18 años y unos pocos meses, se enfrentó a José Acasuso, ganando con un marcador de 6-3 y 6-4 en un tiempo de 96 minutos, logrando así su primer título profesional. «Lo que más me impresionó fue su mentalidad y su espíritu combativo. Su forma de abordar cada punto era excepcional, el famoso ‘jugar punto a punto’ que siempre mencionamos los tenistas», comentó recientemente el argentino, palabras que capturan la esencia de Rafa en la actualidad: un individuo decidido a dar lo mejor de sí hasta el final de su carrera. «Han sido años complicados, no he podido competir sin restricciones y esa situación me condujo a tomar esta decisión», expresó en el video donde reflexionó sobre «una carrera mucho más fructífera de lo que jamás imaginé».
El esfuerzo extremo finalmente dio sus frutos más significativos en ese torneo, tras una serie de conquistas en divisiones menores. Todo esto no habría sido viable sin la intervención de Toni, su tío, quien reconoció en su joven sobrino un talento excepcional y trazó un camino singular en el destino de un chico destinado a destacar en el mundo del fútbol profesional. Las sesiones de entrenamiento en canchas en mal estado, utilizando pelotas defectuosas y siguiendo una rigurosa serie de reglas, donde la principal dictaba ‘nunca romperás la raqueta’, moldearon un carácter que se convirtió en su cualidad más destacada, más allá del tenis: la determinación.
Antes de sus dejadas impecables, mucho antes de que sus derechos aterrizaran sistemáticamente en la línea del lado, y años antes de su emblemática volea de espaldas, ya existía esa determinación, esa fuerza interna que le permitía pelear por cada punto y tomar control del juego más allá de las limitaciones del campo. «¿No te has dado cuenta de que tu raqueta está rota, Rafa?», le cuestionó Toni en una ocasión, cuando aún era un niño, mientras se enfrentaba a una abismal desventaja en el marcador. «Estoy tan acostumbrado a asumir toda la responsabilidad que nunca pensé que la raqueta podría ser la causa de mis fallos», contestó un Nadal claramente moldeado para desafiar tanto adversarios como circunstancias.
La famosa anécdota se ha convertido en un símbolo de la perseverancia diaria de Nadal. Su primer triunfo en Roland Garros ocurrió en 2005, cuando contaba con solo 19 años. Aunque muchos celebran ese impresionante logro, pocos recuerdan que en 2004 no pudo competir debido a una lesión que lo acompañaría durante su carrera: una fractura por estrés en el escafoides de su pie izquierdo, que luego fue identificada como síndrome de Muller-Weiss. Él mismo describió el momento en que le dieron el diagnóstico como un golpe devastador y reconoció que esa experiencia casi lo dejó sin ganas de vivir. A pesar de todo, su determinación fue admirable.
Desafiando todas las expectativas de los especialistas, Rafa se mantuvo centrado en su pasión por el deporte. «Sentía un dolor intenso, así que practicar consistía en golpear la pelota sentado en una silla», reveló el joven que se convertiría en la mayor amenaza para el entonces ícono del tenis, Roger Federer.
Las ediciones de Wimbledon en 2006 y 2007 marcaron el inicio de una rivalidad —y una amistad perdurable— que se consolidó en un memorable ‘partido del siglo’. «Después de la final de 2007, lloré por una hora y media; la decepción puede ser abrumadora, incluso siendo solo un encuentro de tenis», compartió el mismo joven que, al año siguiente, se llevó lo que todavía se considera la mejor final de la historia, casi suspendida por falta de luz en la cancha principal del All England Lawn Tennis and Croquet Club.
Momentos que sacan a una persona de su rutina. Hazañas cada vez más fantásticas y extremas que pueden elevar a un individuo más allá de las fronteras del rectángulo que limita una cancha. A fin de cuentas, sigue siendo un ser humano. «Eran el fundamento de mi existencia y se había desplomado, perdí la pasión por vivir», confesó sobre la ruptura de sus progenitores. Una carga más en su mochila y, ante él, dos titanes extendiendo la mano, una invitación a la batalla física y mental más intensa de la historia del tenis, semana tras semana, domingo tras domingo en cada enfrentamiento decisivo. Mayor determinación.
Celebrado a nivel global, emblema de principios y representante de su nación. Figura destacada de su propia organización benéfica, pero también protagonista de acciones solidarias, como su labor durante las inundaciones en Sant Llorenç de Cardassar.
Además, es un exponente fundamental de la época dorada del tenis en España; Nadal ha guiado y apoyado a contemporáneos como David Ferrer, Feliciano López, Marcel Granollers, Fernando Verdasco, Nico Almagro y Tommy Robredo. Cinco Copas Davis de las seis obtenidas desde el año 2000 por el equipo nacional, conocida como La Armada —la selección más exitosa de este siglo— están exhibidas en su vitrina, y también ganó dos medallas de oro en los Juegos Olímpicos, llevando el estandarte español a lo más alto en el evento deportivo más relevante del mundo.
El trayecto fue tanto placentero como complicado, siempre respaldado por su familia, su equipo y su inseparable «compañera de viaje», Xisca Perelló, quien es su esposa y la madre de su nueva esperanza, Rafa Jr. El pequeño fue su compañero en su último esfuerzo, justo antes de que el tiempo le detuviera para siempre después de recorrer las canchas de Madrid, Barcelona, Roma, Roland Garros y los Juegos de París 2024. Estuvo a un paso de presenciar a su padre levantar un nuevo trofeo en Suecia, aunque no cabe duda de que pronto tomará conciencia de los significativos logros de su progenitor, un ‘relato mágico’ que le pedirá contar una y otra vez.
Quedará grabado en la memoria el escaso 4% de probabilidades que la inteligencia artificial le otorgaba para revertir la final del Open de Australia de 2022 ante Medvedev. Con un marcador inicial de 2-6/6-7/2-3 y 0-40, logró un resultado final de 2-6/6-7/6-4/6-4/7-5 en un partido que duró cinco horas y 24 minutos.
Sus posibilidades eran aún más limitadas en el Roland Garros de 2022, donde llegó lidiando con serios problemas en el pie. Algunos pinchazos de anestesia le permitieron alcanzar y conquistar la final de manera aplastante. «Jugué contra él cuando ni siquiera podía caminar debido a su lesión. Tenía el pie anestesiado. Al día siguiente lo vi y estaba utilizando muletas. No podía moverse», confesó Ruud, quien fue el derrotado en ese encuentro.
Han pasado dos décadas de una carrera excepcional, repletas de momentos históricos y más de 1200 triunfos oficiales acumulados. El cierre de su etapa como profesional se llevará a cabo en el pabellón Martín Carpena de Málaga. Allí, al representar a su nación, guardará en su corazón la última declaración de su incansable trayectoria: ‘juego, set, partido… y carrera’. Esta historia, que comenzó con un tropiezo por una raqueta rota en su infancia, culmina con un impresionante regreso, un claro ‘nadalada’ y un éxito resonante.
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