Playas de arena brillante y piscinas naturales: así se presenta el ‘mini-continente’ resguardado de Canarias. Este paraje natural se distingue por sus intensos contrastes, permitiéndote experimentar, en un solo día, desde densos bosques de pino canario hasta vastas áreas de dunas.
Siempre es un buen momento para imaginar unas vacaciones. A pesar de que el otoño comienza a transformar los bosques en tonos ocres y dorados y el frío se va haciendo presente en diversas partes del país, hay algunos lugares que disfrutan de un clima excepcional: las islas del invierno eterno.
Gran Canaria, una isla de origen volcánico y la tercera más extensa del archipiélago canario, tras Fuerteventura y Tenerife, se convierte en el destino ideal para adorar al sol y romper con la rutina diaria. Conocida como el ‘mini-continente’, su esplendor se revela en el sur, donde amplias extensiones de dunas, como las de Maspalomas, y sus playas vírgenes de aguas cristalinas y arena dorada ofrecen una postal encantadora. Sin embargo, el norte también tiene su atractivo, con pintorescos pueblos como Arucas.
La verdadera joya de su ecosistema es este desierto junto al mar, ubicado en el municipio de San Bartolomé de Tirajana, que se extiende por más de 400 hectáreas y fue reconocido como área protegida por primera vez en 1987. Junto al Oasis de Maspalomas y la Charca homónima, conforman un paisaje único en el planeta, donde la arena se entrelaza con las mareas, acariciadas por los suaves vientos alisios y los palmeras. Un desierto de ensueño que fascina.
La isla se transforma en un destino esencial para quienes buscan revitalizarse. En su interior, las montañas albergan paisajes sagrados valorados por los indígenas, como el Paisaje Cultural de Risco Caído, así como cuevas y rutas que serpentean entre volcanes y bosques de laurisilva. Ejemplos de esto son los caminos del conglomerado rocoso de los Azulejos y la Cruz de Tejeda, donde los visitantes pueden caminar sobre el suelo picón y ascender a la Degollada de la Cumbre.
El faro de Maspalomas se destaca como uno de los símbolos más representativos de Gran Canaria, siendo reconocido como Bien de Interés Cultural en 2005, en la categoría de Monumento Histórico. Desde cualquier lugar de la costa sur, su intensa luz es visible. Situado entre las famosas dunas, este faro ha perdurado a lo largo de los años y se ha consolidado como un atractivo turístico principal, siendo testigo de innumerables días soleados y sesiones fotográficas durante el atardecer.
Las dunas de Maspalomas, que se extienden por casi 3 kilómetros, son el resultado de la erosión de rocas volcánicas y la descomposición de conchas y moluscos traídos a la playa por las mareas. Este ecosistema natural sigue en expansión. Para preservarlo, el Cabildo de Gran Canaria, junto con el Ayuntamiento de San Bartolomé de Tirajana, ha implementado un plan medioambiental destinado a proteger este valioso tesoro natural que todavía tenemos el privilegio de disfrutar.