La gran acogida que recibieron María Patiño y Belén Esteban en La Revuelta refleja el afecto que sienten aquellos que han sido malentendidos. Sin embargo, no se trata de una falta de comprensión por parte del público, ya que tanto Patiño como Esteban son representativas de la gente misma, con todas sus virtudes y defectos.
Esa emoción desbordante que experimentamos al darnos cuenta de que la persona que amamos sigue sintiendo lo mismo. Mientras esto sucedía, puede que en Telecinco alguien comenzara a reconocer lo que realmente representan y lo que habían dejado atrás. España, en realidad, tiene más en común con Sálvame de lo que muchos creen, especialmente quienes suelen evitar los barrios.
Esto también se puede aplicar a La Revuelta de David Broncano, quien ha hecho su propio camino fuera de Mediaset y ha estado en contacto con la realidad de la calle. Cada noche, su programa resulta un ejemplo de frescura, donde la espontaneidad siempre brilla. Su éxito se debe a la valentía de su equipo, que es capaz de construir tramas intrigantes, posicionando a La Revuelta como una de las principales emociones del día. Esta magia permite escapar de lo predecible y atreverse a explorar el lado creativo que busca hacer grandes cosas. Además, desafía las normas tradicionales de la televisión, como esa regla tácita de no invitar a alguien que ya ha aparecido en otro programa. La Revuelta no solo recibe a Ana Mena justo después de su paso por El Hormiguero, sino que también cultiva la expectativa desde el episodio previo. Esto genera curiosidad sobre si vendrá la artista y si su seguidor, que espera ansiosamente a las puertas del teatro, podrá verla. Contar con una lista de invitados flexible les brinda la oportunidad de mantener la imprevisibilidad en el show. En La Revuelta, cualquier cosa puede suceder.
La versatilidad del contenido se ajusta constantemente a las demandas que surge de la vertiginosa actualidad y sus elementos absurdos, que se capturan con agilidad y luego se pulen. No es necesario anunciar quién será el próximo atractivo especial; lo fundamental es que el programa se destaque por su continua creación. Así, no importa si el programa se graba a las cinco de la tarde, ya que el resultado, incluso con ediciones, resuena como un emocionante directo. Esto se debe a su capacidad de involucrar al espectador en lo que sucede. También se destaca por su destreza en reflejar la realidad social: observando el público en el teatro, explorando las calles que llevan a la Gran Vía, o entrevistando al responsable de organizar a los invitados (Fernando Delgado) y a varios que no contaron con espacio en los horarios estelares. La Revuelta se ha convertido en un lugar deseado por todos: ya sea como invitado o asistente, lo importante es la experiencia. Ayer, por ejemplo, Carmen Lomana ocupaba un asiento entre el público, recordando los tiempos de Florida Park con José María Iñigo o de las obras de Lina Morgan, donde la televisión se transformaba en un evento social. Este fenómeno social surge porque retoma el pulso de España, algo que la televisión convencional había olvidado, utilizando la ironía que confía en la perspicacia del público y la comedia que genera un aplauso por la ilusión compartida, donde nadie se siente excluido. Al menos, aquellos que saben reírse de sí mismos.
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