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Un reciente estudio propone una teoría alternativa a la de la gran colisión contra el planeta Tierra, postulando que la Luna fue atrapada durante un encuentro entre la joven Tierra y un binario compuesto por la Luna y otro objeto rocoso.

Entre los años 1969 a 1972, las misiones Apolo a la Luna recolectaron más de 360 kilogramos de suelo y rocas lunares. El posterior análisis isotópico y químico de estas muestras reveló una composición similar a la del suelo y las rocas terrestres: ricos en calcio, de origen basáltico y con una antigüedad de unos 60 millones de años después de la formación de nuestro sistema solar.

Con estos datos, los científicos planetarios llegaron al acuerdo en la Conferencia de Kona en Hawái en 1984 de que la Luna se formó a partir de los escombros resultantes de una colisión en la Tierra en sus primeras etapas. No obstante, este relato del origen de la Luna puede no ser el correcto, de acuerdo a investigadores de Penn State. Un estudio reciente en The Planetary Science Journal por Darren Williams, profesor de astronomía y astrofísica en Penn State Behrend, y Michael Zugger, ingeniero de investigación senior en el Laboratorio de Investigación Aplicada de Penn State, propone una alternativa: el encuentro con un binario rocoso. Según esta nueva teoría, la gravedad de la Tierra separó el binario, capturando uno de los objetos – la Luna – y transformándolo en un satélite que gira en su actual trayectoria.

Williams mencionó evidencia de acontecimientos similares en otros lugares del sistema solar, refiriéndose específicamente a Tritón, la luna más grande de Neptuno. El consenso en el ámbito científico sostiene que Tritón fue atraído hacia su trayectoria actual desde el Cinturón de Kuiper, lugar donde se cree que 1 de cada 10 objetos es un binario. Tritón circunda Neptuno en una órbita retrógrada, desplazándose inversamente a la rotación del planeta. Es notable la inclinación de su órbita, con un ángulo de 67 grados respecto al ecuador de Neptuno. Williams y Zugger concluyeron que la Tierra pudo haber capturado un satélite aún más grande que la Luna (un objeto con el tamaño de Mercurio o incluso Marte) aunque la órbita resultante quizás no habría sido estable. El inconveniente radica en que la órbita de captura (la que la Luna sigue) empezó siendo una elipse estirada en lugar de un círculo. Bajo el influjo de las mareas extremas, la forma de la órbita fue transformándose. «En la actualidad, la marea terrestre va por delante de la Luna», explicó Williams. «La marea alta incrementa la velocidad de la órbita. Le brinda un impulso, una especie de fuerza adicional. A medida que pasa el tiempo, la Luna se aleja ligeramente más». Este efecto se revierte si la Luna está más cerca de la Tierra, como habría estado justo después de su captura. Los científicos descubrieron que la órbita lunar que inicialmente era elíptica, debido a los cambios de marea y al tamaño y forma de la misma, se fue contrayendo en un período de miles de años. La órbita también se volvió más redonda, suavizando su camino hasta que el movimiento de la Luna se sincronizó con su órbita alrededor de la Tierra, justo como sucede hoy en día.

Williams afirmó que la dinámica de las mareas eventualmente se revirtió, dando lugar a que la Luna empezara a distanciarse de la Tierra de forma continuada. Aseguró que cada año, la Luna añade 3 centímetros a su distancia de la Tierra. Debido a su actual ubicación -a 384.000 kms de la Tierra- la influencia gravitatoria del Sol sobre la Luna es altamente notable. «Nos encontramos en un punto en el que la atracción tanto del Sol como la Tierra sobre la Luna es competitiva», expresó Williams. «Ambos ejercen un tirón sobre ella». Según sus mediciones, a nivel matemático, un satélite tomado a través de un intercambio binario podría actuar de la misma manera que lo hace la Luna con la Tierra. Sin embargo, no está convencido de que este haya sido el proceso de formación lunar. «El origen de la Luna es todavía un enigma», destacó. «En los últimos 40 años, sólo se había planteado una teoría sobre su presencia en nuestra órbita. Ahora, proponemos una segunda. Este hallazgo plantea un sinfín de nuevos cuestionamientos e investigaciones a futuro”.

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