Los nombres de familia en sociedades anglosajonas se originaron debido a la necesidad de identificar individuos específicos en comunidades donde repetición de nombres de pila era alta. Una de las clases más comunes de apellidos anglosajones es el apellido patronímico que toma el nombre del padre.
Así, por ejemplo, Johnson se traduce como «hijo de John». Este estilo de apellido incluye otros ejemplos como Williamson («hijo de William») y Robertson («hijo de Robert»). En español, la terminación «-ez» tiene un propósito similar, por ejemplo, Martínez era originalmente “hijo de Martín”.
En Escocia, esta misma convención se usa con «Mac» o «Mc» al inicio del apellido, como en MacDonald, que es «hijo de Donald». Otros apellidos comunes son ocupacionales e indican el trabajo de una persona. Por ejemplo, Smith es un apellido muy frecuente en las culturas anglosajonas y se refiere a un herrero. También se pueden ver apellidos como Taylor (sastre), Baker (panadero) y Carpenter (carpintero). Los apellidos toponímicos provienen de características de la ubicación de la persona. Así, Wood sugiere que esa persona vivía cerca de un bosque y Hill indica que vivía cerca de una colina. Algunos ejemplos de esto incluyen Brooks (cerca de un arroyo) y Churchill (cerca de una iglesia situada en una colina). Finalmente, algunos nombres de familia tienen orígenes más exclusivos e interesantes. Por ejemplo, Kingsley significa «prado del rey», que proviene del inglés antiguo. Este tipo de apellidos indicaba por lo general alguna relación con la nobleza o la realeza, aunque esta conexión podía no ser directa.
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