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Un francotirador español ha sido declarado incapaz por la justicia debido al trastorno mental que le provocó su estancia en Irak

Un soldado español, que sirvió como francotirador en la guerra de Irak, ha sido reconocido por la Audiencia Nacional con discapacidad debido al impacto psicológico que tuvo la guerra en su salud mental. La decisión del Juzgado Central de lo Contencioso Administrativo número 3, accesible a través de El Confidencial, favoreció al soldado en contra del Ministerio de Defensa.

Margarita Robles, la encargada del departamento, se lavó las manos declarando que las aflicciones mentales del soldado no estaban relacionadas con su servicio en la guerra.

El soldado, un cabo primero del Cuerpo General del Ejército de Tierra, sirvió en Iraq como parte de la Unidad de Operaciones Especiales y el Brigada Multinacional «Plus Ultra».

Desde el 16 de diciembre de 2003 hasta el 20 de abril de 2004, estuvo en un área de operaciones donde su vida y su integridad física estaban constantemente en peligro durante 126 días. Durante este tiempo, trabajó como un tirador de precisión.

El cabo fue llamado a la base Al Ándalus en Najaf, Iraq, el 4 de abril de 3 después de que la base española fuera atacada. Como parte de un equipo de contra francotiradores, tuvo la orden de disparar a cualquier amenaza claramente identificada que disparara contra la base. En particular, se les ordenó apuntar a un hospital cercano a la base, de donde provenían los disparos que hirieron a un soldado estadounidense.

El relato describe una noche, en las primeras horas, donde un mortero cayó cerca de ellos, específicamente a cuatro metros de donde descansaban en un tejado. Fue un golpe de suerte que la granada se incrustara en el cemento y no detonara. Vivieron emboscadas y tiroteos de francotiradores iraquíes. El narrador enfrentó riesgos mortales por trece días continuos, desde el 4 hasta el 17 de abril. Durante ese tiempo, tuvo que permanecer en la azotea de un edificio sin poder moverse.

Un cadáver era su objetivo. El 7 de abril, tuvo que eliminar un blanco a 350 metros. Durante un día completo, el cuerpo del insurgente quedó en el sitio donde cayó, a la vista del narrador. «Esa experiencia lamentable dejó en el protagonista una imagen grabada del cuerpo sin vida y la tensión del ataque, causándole un trastorno de estrés postraumático. Al otro día, comenzó a cuestionar su decisión, lo que le generó un sentimiento de culpa que todavía arrastra».

Por todos estos eventos, el protagonista vive en un estado de constante inseguridad, ansiedad y estrés. Es tal el grado de su angustia que incluso ha pensado en suicidarse. Afirma que sufre de un trastorno de estrés postraumático crónico y depresión comórbida. La Abogacía del Estado, que representaba los intereses del Ministerio de Defensa, instó a que se descartara su demanda, argumentando que sus enfermedades no estaban vinculadas a su deber militar. Según ellos, no está comprobada la relación de sus afecciones con los incidentes que vivió en la guerra.

El fallo judicial reconoce que el francotirador se encuentra discapacitado, pero el interrogante pendiente es si esto es una consecuencia de su asignación en Irak. Según uno de los informes del caso, el militar sufre diariamente de ansiedad, reviviendo el trauma y mostrando agresividad en situaciones normales. Se ha encontrado que tiene un temor extremo a dañarse a sí mismo y a otros, incluso tiene pensamientos suicidas para «eliminar el problema y la carga que supone para los demás». Este informe pericial no duda en afirmar que estos problemas son producto del tiempo que el soldado sirvió en Irak y de las experiencias que tuvo durante la guerra.

El veredicto se hace eco de estos argumentos y considera el recurso del militar, revocando la decisión del Ministerio en su contra. Se declara «la insuficiencia de condiciones psicofísicas del recurrente como sucedidas en un acto de servicio, con todas las consecuencias económicas y administrativas relacionadas y con la condena en costas de la Administración demandada», en otras palabras, a la Defensa.

«Existe», concluye el fallo emitido el 12 de septiembre, «una notable ausencia de motivación al declarar que la incapacidad permanente para el servicio no está relacionada con el acto de servicio». El juez César González Hernández concluye que «hay una compatibilidad causal entre los eventos traumáticos vividos entre el 4 y el 17 de abril de 2004, durante la misión militar en Irak, y el trastorno del estrés postraumático crónico comórbido y la depresión» que sufre este militar, defendido por el Gabinete Jurídico Suárez-Valdés.

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