No es de ningún modo apropiado que el PSOE de Fuenlabrada considere otorgar a un futuro centro de menores no acompañados en La Cantueña, el nombre de la líder de la Comunidad de Madrid. Tampoco es risible que el PP, actúe de manera tan pueril y pretenda nombrar el centro como Pedro Sánchez, solo para propagar un debate ridículo típico de personas inmaduras e irresponsables.
Nos vemos forzados a tolerar de tanto en tanto los tributos otorgados en vida a individuos irrelevantes, recién llegados, herederos de dudoso origen, o de favores concedidos en algún momento. Los políticos, gracias a la autoridad que les ha sido dada por los votantes en las urnas, son quienes tienen la facultad de designar nombres a las calles, los centros civiles o los hospitales.
Lo menos que podemos exigir es que esta responsabilidad sea ejercida con dignidad. Usar esta prerrogativa como método de ataque es una grosería inaceptable. Ambas formaciones políticas deberían disculparse con los ciudadanos, comportarse de manera seria y dedicarse a trabajar para enfrentar un problema grave que necesita gestión, esfuerzo y dedicación. Según el filósofo alemán Martin Heidegger, el lenguaje es el hogar del ser. En su epístola ‘Carta sobre el humanismo’, Heidegger sostiene que nombrar no es simplemente un medio para identificar objetos, pero un acto considerable que moldea nuestra percepción del ser y la realidad. Al nombrar las cosas, el ser humano no solo las identifica, sino que también las provee de un significado y crea un vínculo existencial con ellas. En este caso, resulta muy evidente cuál es esa relación existencial entre los políticos y el centro para los menores: el caos. Darle a un centro dedicado a integrar a individuos en una posición extremadamente delicada el nombre de tu oponente en tono de burla es un acto despreciable, inapropiado y reflejo de personas incapaces de ejercer su cargo. Dejen de comportarse de manera estúpida, por favor.
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