La inédita negativa del mandatario mexicano de permitir a Felipe VI, el rey de España, acudir a la ceremonia de inauguración de la nueva Presidente, carece de precedentes. El reconocimiento de la asistencia constante del rey, desde sus días como el Príncipe de Asturias, a las inauguraciones de todos los líderes de Iberoamérica, tradicionalmente ha sido visto como un gesto distintivo de respeto y amistad hacia los países homólogos.
Presenciar tales eventos ha sido considerado una norma aceptada y apreciada por los anfitriones. Es la primera vez que se le rechaza la invitación, aduciendo que el rey no ha pedido perdón por la conquista española ocurrida hace siglos, acción que no estuvo vinculada a ningún Borbón y en la que es probable que algunos ancestros del presidente López Obrador hayan participado.
La relación entre ambas naciones se evidencia en las miles de empresas españolas que contribuyen al crecimiento económico de México generando empleo para millones de mexicanos y defendiendo sus intereses en la Unión Europea y España, así como promoviendo su cultura. Esto destaca en contraposición a la imagen negativa que el presidente saliente ha dejado por no lograr frenar la alarmante cifra de homicidios a nivel nacional. El gobierno español ha respondido dignamente, declarando que ninguna autoridad española acudirá al evento en reemplazo de la máxima figura del Estado. Pedro Sánchez, el jefe del Gobierno, ha sido contundente al definir este veto como un acto político camuflado de acusación infundada hacia el rey.
Repasando la historia, no es raro encontrar que cientos de naciones han colonizado a otras, pero nadie guarda resentimiento por la falta de una disculpa por esos eventos que se extienden a lo largo de milenios. De hecho, muchos historiadores y políticos, tanto del pasado como del presente, evocan sin amargura las contribuciones que los colonizadores proporcionaron al desarrollo de sus sociedades. Sin embargo, el inminente ex presidente de México no comparte esta perspectiva. Es desconocido el curso que habría tomado México si las influencias y aportaciones españolas no hubieran contribuido a su rápida y eficaz modernización. La postura de Obrador, expresada tras muchos años, ha sido tachada de estúpida reiteradamente y no refleja el sentir de la mayoría de los mexicanos, pareciendo más bien una manifestación de rencor. Los españoles, representados por nuestro rey, no respondemos con la misma moneda. Para España, México es una nación estimada, reconocida por sus cualidades y siempre se mantiene la intención de cooperar para su avance y reputación internacional. Los mexicanos, cuya comunidad crece en España, seguirán siendo bienvenidos por los españoles.