Categorías: Crónica
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24 septiembre, 2024 9:07 am

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Starlink es la designación de la red satelital fabricada por SpaceX, una empresa privada de la industria espacial que pertenece a Elon Musk. Esta red tiene como misión ofrecer servicios de Internet de bajo costo a zonas alejadas, aunque su costo resultó ser superior de lo que se esperaba.

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Este no es el costo que aparece en la factura, sino el impacto negativo que está generando en otras actividades espaciales.

Las primeras naves de esta iniciativa, bautizadas como TinTinA y TinTinB, fueron enviadas al espacio en febrero de 2018.

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Actualmente, el servicio se encuentra disponible en más de 100 países, incluyendo a España. De los aproximadamente 8.500 objetos que se encuentran en la órbita baja terrestre, 6.300 son satélites de Starlink, todos lanzados en años recientes y orbitando la Tierra a una altura de 550 kilómetros.

Desde la capa de ozono hasta la astronomía

En junio del pasado año, se puso en denuncia que los dispositivos de Starlink podrían estar perjudicando a la capa de ozono. Una investigación indicaba que los satélites de SpaceX liberan altas cantidades de óxido de aluminio en forma de gas, el cual reacciona con el cloro y acaba por desintegrar las moléculas de ozono.

«Mientras que los satélites de la primera generación se volvieron más débiles en el último año, la nueva generación, por desgracia, parece ser más brillante»

Ahora, se ha descubierto que las ondas de radio emitidas por la abundantemente satelital de Musk impiden los esfuerzos de estudio del universo, según un informe del Instituto de Radioastronomía de los Países Bajos (ASTRON). Al parecer, la «constelación» de Starlink produce demasiado «ruido» de radio, también llamado radiación electromagnética no intencionada (UEMR, por su siglas en inglés).

Los nuevos Starlink son demasiado brillantes.

La investigación, difundida en la revista Astronomy & Astrophysics, ha revelado que los satélites de segunda generación Starlink V2 son excesivamente luminosos. Componen cerca de un tercio de la flota de la empresa y generan UEMR (Radiación Electromagnética Ultraterrestre) a una intensidad 32 veces superior que la versión anterior, la V1.

Esta no es la primera vez que los satélites Starlink causan controversia. Los de la primera generación (V1), que aún constituyen la mayoría de la flota, fueron criticados por la comunidad astronómica cuando se descubrió que su UEMR interfería con las investigaciones astronómicas, tan recientemente como en 2022.

«Cuando decimos ‘deslumbrado’, significa que tus ojos absorben más luz de la que pueden procesar para ver algo» afirma Benjamin Winkel, científico del Instituto Max Planck de Radioastronomía y uno de los autores del estudio. Según Winkel, estas interferencias están «deslumbrando» a la comunidad investigadora. «Aunque los satélites de la primera generación han disminuido su brillo en el último año, la nueva generación parece ser aún más brillante», detalla Winkel.

Debido a que los satélites ya son visibles en el cielo nocturno a simple vista, el incremento masivo en el número de satélites en las órbitas cercanas a la tierra podría deslumbrar aún más a los astrónomos que utilizan radiotelescopios y telescopios ópticos.

«Cuando decimos ‘deslumbrado’, quiere decir que tus ojos captan demasiada luz como para que puedas distinguir algo, te saturas. Esto es exactamente lo que sucede con nuestros radiotelescopios», explica el astrónomo. «Mis colegas me han señalado que están realmente preocupados por el futuro», confiesa Winkel.

«Es como si comparáramos las estrellas más tenues visibles a simple vista con el resplandor de la luna llena».

Las observaciones con radiotelescopios resultan especialmente afectadas y devastadas por lo que hemos discutido. Esta situación podría generar «puntos» de luz en las imágenes adquiridas por estos poderosos instrumentos. Desafortunadamente, no siempre podemos erradicar estas interferencias de luz, lo que resulta en una distorsión de los valiosos datos de observación.

Cees Bassa, astrónomo de ASTRON subraya, «La radiación electromagnética no prevista originada por los satélites Starlink es 10 millones de veces más radiante que las fuentes astrofísicas más sutiles que estudiamos. La discrepancia entre estas señales se asemeja a comparar la luminosidad de la luna llena con las estrellas más tenues visibles a simple vista.»

Fugas Incontroladas

Cada semana, SpaceX lanza cerca de 40 satélites de segunda generación Starlink. Pero no son solo los dispositivos de la empresa de Musk los que están en juego. Se estima que para el 2030, el número total de satélites operando en órbita de todas las compañías podría llegar a 100,000.

Un reciente estudio ha revelado que los satélites de la constelación están liberando ondas de radio más allá del rango de 10.7 a 12.7 gigahercios, utilizado para las comunicaciones de bajada. Incluso más alarmante es el hecho de que algunas de estas fugas ocurren en el rango de 150.05 a 153 MHz, una banda esencial para la radioastronomía.

«Los dispositivos de uso diario se regulan para prevenir este tipo de fugas, para proteger la salud y la seguridad, y para evitar interferir con otros dispositivos. En el caso de los satélites, esto no ocurre, por lo que realmente estamos en una zona gris», explica Benjamin Winkel.

¿Necesitamos una nueva regulación para los satélites?

Las interferencias en las observaciones espaciales pueden ser causadas por las redes de telefonía móvil y la contaminación radioeléctrica de otras fuentes electrónicas. Sin embargo, tales emisiones son rigurosamente monitoreadas por entidades reguladoras, como la Unión Internacional de Telecomunicaciones. Aun así, el control de los satélites en el espacio es mucho menos estricto y las regulaciones son mínimas. Así, los investigadores dependen de un diálogo abierto con las empresas. Un ejemplo notable es el de Musk con su compañía, Starlink, que ha realizado ajustes en su flota V1 para disminuir el ruido radioeléctrico. En un comunicado de agosto, SpaceX invitó a las organizaciones de radioastronomía a nivel global para aplicar este método y resguardar sus valiosas investigaciones científicas. Si en 2030 se alcanza la cifra de 100,000 satélites orbitando la tierra, se vuelve crucial tener una regulación adecuada, y no solo para beneficiar a los astrónomos.

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