Haciendo un análisis detallado sobre la relación histórica de Valencia con su autenticidad marítima, es común escuchar la noción de que la ciudad siempre ha ignorado su costa para entender cómo hemos llegado hasta este punto.
Un comportamiento común en ciudades españolas costeras, pero no necesariamente de playa, es que gran parte de su población no ha coexistido de manera constante con el mar.
En última instancia, todas concluyen que históricamente han vivido ignorando la costa. Recientemente, el conocido divulgador de arquitectura Pedro Torrijos causó controversia cuando indicó en uno de sus famosos tuits que hasta 1992 «Barcelona era una ciudad que había pasado toda su historia ignorando el mar».
Frente a las críticas recibidas, Torrijos argumentó que «al igual que casi todas las ciudades costeras, solo tenían una conexión directa con el mar: el puerto. Y este no era exactamente un lugar amigable desde el punto de vista tanto urbano como social». Adicionalmente propuso «¿Quieres que te muestre un mapa de la ciudad de Barcelona? ¿Podemos indicar dónde estaban -y están- las áreas prestigiosas en relación con el mar?».
Esta tendencia -ciudad ignorando el mar-, ha caracterizado principalmente a Valencia en las últimas dos décadas y media, con un esfuerzo por reestablecer la unión al frente marítimo que justificó cualquier medio para dejar de ignorar la costa.
Respecto a Valencia, ¿qué hay de cierto en esta afirmación? ¿Es este estereotipo sostenible basándose en hechos verídicos? Y si es así, ¿quién ignoraba a quien? ¿La Valencia central con respecto a la que ya estaba cerca del mar o viceversa? Más aún, ¿puede considerarse realmente como «Valencia» a aquella que estaba establecida en la costa?
Felip Bens, un escritor y experto en la Valencia marítima, recientemente lanzó València, riu i platja (Ed.Drassana). Según su punto de vista, la creencia popular tiene un fundamento real y se ajusta a una realidad que ha perdurado por ocho siglos. Bens afirma que la ciudad se encontraba a cinco kilómetros del mar y únicamente lo utilizaba para el comercio marítimo. Desde el siglo XIX, comenzó a usarse para el acceso a la playa y balnearios. Entre la Valencia fluvial y la marítima, había un tampon de huertas y un entorno completamente rural. La Valencia estricta, la que se expandió más allá de sus murallas, siempre vivió de espaldas al mar por considerarlo un elemento extraño, específicamente de la gente del Grau y el Cabanyal.
Por otro lado, Josep Vicent Boira, catedrático de Geografía Humana y Alto Comisionado para el Corredor Mediterráneo, desafía esta noción y nos insta a reflexionar sobre qué Valencia se está hablando. Pregunta: “¿Podría ser que el Cabanyal-Canyamelar y el Grau hayan vivido ignorando a Valencia? Hasta el día de hoy, muchos de nosotros decimos ‘anem a València…’ cuando nos movemos en dirección a ella”. Según Boira, esta idea es un tópico infundado que no tiene en cuenta la historia de Valencia, su cultura, economía y ni siquiera su estructura urbana. Sorprendentemente, afirma que este es un tópico que no es exclusivo de Valencia, ya que también se aplica a Barcelona.
Boira retoma un pasaje de Eduardo Mendoza en La ciudad de los prodigios, que refuta el cliché establecido a finales del siglo XIX de que Barcelona vivía «ignorando al mar». Este asevera que la realidad cotidiana desafiaba tal afirmación. Barcelona, desde luego, se había desarrollado siempre como una metrópoli costera: había prosperado del mar y por el mar, se nutría del mar y ofrecía al mar los frutos de su labor…
Del mismo modo, Boira aplica la reflexión de Mendoza al caso de Valencia: «Es imposible considerar que vivía rehusando el mar, cuando su monumento gótico más antiguo, Les Drassanes de la Ciutat, se ubica a pie de costa. Y, avanzando a través del tiempo, ¿cómo justificar que el primer ferrocarril valenciano unió el corazón de la ciudad con el Grau? Podemos apuntar muchos más ejemplos. Yo diferenciaría entre topografía urbana e historia urbana. La primera da una base a la idea preconcebida, pero esta es solamente superficial, visual, cartográfica. En su esencia, Valencia es incomprensible sin el Mediterráneo».
Boira sostiene que la creación del mito de que Valencia vive ignorando el mar coincidió con el intento de establecimiento de un puerto firme para la ciudad y su economía, siendo así un tema del siglo XIX. Los retos que implica la construcción portuaria dificultaron la consolidación de estas obras en el siglo XVII y XVIII. No obstante, en el siglo XIX, la evolución de la infraestructura portuaria requirió ingentes esfuerzos y recursos económicos, con fases de estancamiento y debate. Este mito cobró relevancia entre ciertos sectores de la burguesía y de la economía costera que se sentían ‘traicionados’ por un sistema que obstaculizaba la existencia de un puerto de gran envergadura. El mito sobre la ciudad volviendo la espalda al mar es inherente a las obras públicas y a la infraestructura. Este mito fue utilizado para justificar el fallido proyecto de Paseo de Valencia al Mar, liderado por Rita Barberá, que amenazaba la integridad del barrio Cabanyal y que había sido concebido originalmente en el siglo XIX.
Para responder a la cuestión de si Valencia ignora el mar, deberíamos considerar qué version de Valencia estamos discutiendo, cuál es la percepción mutua, y cómo se han interpretado sus diferentes distritos urbanos. Felip Bens identifica como momentos cruciales el fin del siglo XIX, cuando se anexó al municipio los pueblos que rodeaban Valencia, incluyendo el Poble Nou de la Mar. Poco a poco, los huertos entre la ciudad y la Valencia marítima desaparecieron dando origen a los nuevos barrios. La eliminación de la línea de tren en Serrería permitió superar la barrera psicológica que separaba a estos dos segmentos y, junto a la oleada de personas hacia el distrito Marítim, condujo a una inclinación de Valencia hacia el mar.
Bens y Boira consideran que la personalidad marítima de Valencia se ha ido avanzando de manera notable a lo largo de la historia hasta llegar al presente. Argumentan que esta identidad marítima de Valencia, que siempre ha estado arraigada en su vida sociocultural, histórica y recreativa, ha inclinado progresivamente toda la ciudad hacia el mar. Bens añadió que sospecha que un creciente número de valencianos se sienten identificados con una Valencia tanto fluvial como marítima.
Josep Vicent Boira sostiene que la persistencia de la identidad de las zonas costeras ha permitido a residentes y turistas (re)descubrir estos lugares, tales como el mar, las playas y el puerto. Ahora que al fin se ha interrumpido la amenaza de destrucción urbanística del Cabanyal, es necesario concebir un plan de promoción específico para fortalecer el comercio local, la cultura, la identidad y la rica historia marítima de València, sin olvidar buscar formas de controlar el turismo que impacta directamente en la calidad de vida en los barrios. Nos preguntamos, ¿Dónde está el recientemente aprobado Plan Especial del Cabanyal-Canyamelar (PEC)? Se necesita darle visibilidad, aunque ello no es suficiente. ¿Qué ha pasado con la historia urbana de Grau de València y de las zonas costeras? Es necesario reevaluar el papel de las Drassanes de la Ciutat, vinculándolas con la futura «Casa dels Bous», recién restaurada y en proceso de apertura, para resaltar la historia del puerto y la pesca. El puerto de Barcelona tiene planes de inaugurar un centro para visitantes donde se expondrá su historia y su relevancia para la ciudad. Aún es necesario crear un ‘relato’ para que los visitantes puedan comprender que estas zonas tienen un significado especial, ofreciéndoles una invitación a respetar su vida, tradiciones e historia. Se espera también que la ciudad valore y aprecie su otra faceta, aquella arraigada en el mar desde hace siglos.
Existe un esquema común en las urbes costeras de España, aunque no necesariamente playeras, donde gran parte de la población no ha vivido al compás del salitre. Todas terminan reconociendo que históricamente vivieron de espaldas al mar. Hace unas semanas, el divulgador de arquitectura, Pedro Torrijos, generó controversia a través de un comentario en una de sus publicaciones masivas en la antigua plataforma Twitter. En su mensaje, apuntó que hasta 1992, «Barcelona era una ciudad que pasó toda su existencia ignorando el mar». Ante las críticas recibidas, defendió su postura diciendo que «al igual que casi todas las ciudades costeras, tenía prácticamente un solo punto de contacto con el mar: el puerto. Y este no era precisamente un espacio ameno, ni desde una perspectiva urbanística ni social». Además, añadió: «¿Quieres ver un mapa de la ciudad de Barcelona? ¿Podemos señalar dónde se ubicaban -y se ubican- las áreas privilegiadas respecto al mar?».