Amelia de Orange, es una figura intrigante. Esta futura heredera del trono holandés está viviendo un periodo de tránsito hacia la adultez bastante duro, ya que una parte de la mafia cuyo nombre es impronunciable, la amenazó de muerte unos meses atrás.
Después de refugiarse en Madrid, regresó a su querida Ámsterdam y ha apostado por mantener un perfil muy discreto. Sin embargo, es centro de atención cada vez que aparece en algún acto con sus progenitores.
Recientemente, Amelia, la primogénita de los monarcas, Guillermo y Máxima, ha acaparado la atención de la prensa de moda al lucir, en uno de las fiestas más elegantes de su nación, una diadema que valía apenas poco más de 50 euros.
Que la elección fuera suya es sorprendente, dado que su fascinación por las joyas de alto valor es bien conocida. Se dice que sabe todo sobre la composición e historia de todas las joyas del joyero holandés y de parte de Europa. Como ella misma relató en su biografía autorizada que se publicó en 2021 para marcar su mayoría de edad. Por eso me sorprendió verla optar por la bisutería para tal ocasión.
Uno de los motivos puede ser este énfasis en mantener su «perfil discreto» que mencioné antes. Especialmente porque recientemente ha recibido múltiples críticas cuando exigió casi dos millones de euros que le corresponden por derecho como heredera, al cumplir 18 años. Al principio, rechazó la suma, pero hace unos meses redactó y envió una carta al primer ministro indicando que había cambiado de parecer. La forma en que expuso su cambio de opinión fue más laberíntica, pero la esencia es la misma, y a los nacionales holandeses no les agradó en absoluto esta noticia. Principalmente porque alegan que está realizando muchas menos responsabilidades de las que se espera dada su posición.
En ciertos momentos, los miembros de la realeza optan por vestir de manera más casual, olvidándose de los diamantes y permitiendo que cualquiera pueda «apariencia real», parafraseando a nuestra directora en su columna reciente.
Desde mi perspectiva, debo confesar que no disfruto mucho el ver a un futuro portador de corona optar por lo casual. Permíteme elaborar más sobre esto. Las joyas reales son verdaderas maravillas que raramente se exhiben, y creo que casi debería ser mandatorio que se lucieran en los momentos más especiales. Mostrar al mundo estas joyas, incluso a través de fotografías, es permitir al público admirar estas impresionantes piezas. A diferencia de la ropa, las joyas son parte integral de la historia de cada nación y su monarquía. Entiendo que no vas a llevar una tiara de diamantes a la universidad, pero si no las llevas en las pocas oportunidades que tienes, ¿cuándo lo harás?
Esta es una de las pocas críticas que generalmente dirijo a nuestra Reina. A la Reina Letizia, que aparentemente no es muy fan de las joyas grandes, rara vez vemos con «grandes piezas». Además, el joyero de los Borbones, que es de propiedad privada, es uno de los más «sencillos» de Europa. Esto no es el caso con el joyero de los Orange, probablemente el más lujoso del continente (sin incluir a los Windsor, que están en una categoría propia). Cabe mencionar que ellos crearon hace un año una fundación que se encarga de cuidar y proteger estas piezas. Es un enfoque muy interesante del cual, si te interesa, podemos hablar en otra oportunidad.
Para enfatizar mi punto de vista sobre ‘no a la joyería barata’, os proporcionaré un ejemplo con el que seguro podéis relacionaros. Supongamos que has recibido como herencia de tu abuela unos aretes muy bellos. Tal vez son un poco grandes o valiosos para tu rutina cotidiana. Pero, ¿y si tu hermana se va a casar y los tienes ahí, en el cajón, mirándote, clamando ser mostrados al mundo? ¿Irías a cualquier tienda a comprar cualquier ‘bisutería moderna’? Bueno, yo no creo que deberías, pero ya se sabe que lo que uno elige llevar es una decisión totalmente personal y yo sólo estoy aquí para charlar entre colegas.
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