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Este 17 de septiembre conmemoramos la santidad de San Roberto Belarmino, una figura prominente en la protección de la fe cristiana durante la Contrarreforma. Su recuerdo se perpetúa no sólo por su firme combate a las herejías, sino que también por su rol como académico y mentor, cuyos preceptos formaron parte esencial en la educación del clero y la salvaguarda doctrinal.

Nacido en el seno de una familia noble pero humilde, el 4 de octubre de 1542 en Montepulciano, Italia, Roberto Belarmino mostró desde muy joven su amor por los estudios y la fe, uniendo su vida a la Compañía de Jesús (Jesuitas) en 1560.

A partir de entonces, dedicó su existencia a la preservación y difusión de la fe católica. Belarmino fue un teólogo sobresaliente y uno de los pensadores más resplandecientes de su época. Fungió como maestro en la Universidad de Lovaina y posteriormente en el Colegio Romano, donde dio cátedra de teología y redactó textos que se transformaron en piezas fundamentales del pensamiento cristiano. Una de sus obras de renombre es «Controversias», en la cual rebatió las doctrinas protestantes y defendió el poder de la Iglesia. En una era caracterizada por la Reforma Protestante, que cuestionó varios dogmas católicos, San Roberto Belarmino se convirtió en uno de los bastiones en la lucha por la preservación de la doctrina. Su habilidad para debatir tanto teológica como filosóficamente, lo posicionó como un adversario fuerte frente a los reformadores protestantes, siempre actuando con respeto pero manteniéndose firme en sus creencias.

Belarmino, un impactante teólogo, fue designado como cardenal por el papa Clemente VIII en 1599. Además de desempeñar un papel crucial en significativos debates eclesiásticos, Belarmino siempre abogó por una renovación interna de la Iglesia. Asimismo, fungió como asesor de varios pontífices y desempeñó un rol fundamental en las deliberaciones que configuraron la Contrarreforma. Este movimiento tenía como objetivo rejuvenecer la fe católica ante los retos históricos del momento.