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Los seres humanos resultamos ser los favoritos para los mosquitos. Pues, les atrae nuestro olor corporal y el aire que exhudamos, aunque lo que verdaderamente les encanta es nuestra piel. En efecto, nuestra piel funciona para ellos como un anuncio luminoso que les indica que dentro de nosotros hay sangre.

Pero ¿cómo determinan los mosquitos lo que se encuentra bajo nuestra piel?

Según un estudio reciente de la Universidad de California en Santa Bárbara (UCSB) divulgado por ScienceAlert, estos insectos poseen sensores infrarrojos en sus antenas que les permiten identificar a sus víctimas.

Las mordidas de los mosquitos pueden resultar solo en una incomodidad, pero en ocasiones pueden ser el medio por el cual se propagan enfermedades como el dengue, la fiebre amarilla y el Zika. Por esta razón, es imprescindible buscar formas de prevenir sus picaduras.

“El mosquito que estudiamos, el Aedes aegypti, muestra una habilidad excepcional para localizar a los humanos”, indica Nicholas Debeaubien, biólogo molecular de la UCSB. Tradicionalmente se pensaba que los mosquitos detectaban a las personas a través del olor, pero los científicos se percataron que este estímulo queda afectado por el viento y empezaron a sospechar de su habilidad de detectar por medio de infrarrojos.

Para corroborar esto, los investigadores sometieron a 80 mosquitos hembras (las únicas que se alimentan de sangre) a «huéspedes» imaginarios. Estos eran representados por una mezcla de placas termoeléctricas, CO2 al nivel del aliento humano y olores humanos. Posteriormente, observaron y grabaron su comportamiento durante cinco minutos mientras buscaban a sus huéspedes.

«Un mosquito que aterriza, se desplaza y extiende su probóscide a través de la malla de la jaula, es similar a una hembra que aterriza sobre un humano y luego se mueve degustando la superficie de la piel con su labio», dedujeron los científicos.

Se expuso a algunos mosquitos a placas que estaban a 34 grados, la misma temperatura que el cuerpo humano, que es también una fuente de radiación infrarroja. Por otro lado, otro conjunto de mosquitos fueron sometidos a una placa a temperatura ambiente, alrededor de 29,5 grados, una temperatura que parece ser del agrado de los mosquitos, aunque no genere radiación infrarroja.

Curiosamente, las señales aisladas de CO2, olor o infrarrojos no lograban atraer a los mosquitos. Sin embargo, cuando la radiación infrarroja fue añadida a una combinación de solo CO2 y olor, la reacción de buscadores de sangre de los insectos se intensificó. Según el neurólogo Craig Montell, de la UCSB, una única señal no es suficiente para estimular la búsqueda de un huésped por parte del mosquito. Los infrarrojos solo marcan la diferencia en el marco de otras señales, como la presencia de CO2 y el olor humano.

Se encontró también que los sensores infrarrojos de estos animales están situados en las antenas, donde hay una proteína que reacciona a las variaciones de temperatura. Cuando se eliminó el gen que produce esta proteína, los mosquitos quedaron incapaces de detectar los rayos infrarrojos.

A pesar de su pequeño tamaño, los mosquitos causan más muertes humanas que cualquier otro animal. Las palabras de DeBeaubien, «Nuestra investigación incrementa el entendimiento de cómo los mosquitos se dirigen a los humanos y brinda nuevas oportunidades para controlar la propagación de enfermedades transmitidas por mosquitos», resaltan la importancia de estos hallazgos.

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