«Esta no es una atracción turística, sino un lugar donde la gente reside», expone con disgusto Guillermo, un residente de Santiago de Compostela, en conversación con 20minutos. «Existen contingentes de peregrinos que se presentan en gran número, acaparan las vías públicas y hacen estruendos, algunos incluso utilizan megáfonos y altavoces», confirma el joven, originario de Lugo pero afincado en la capital de Galicia como arquitecto.
Similar a él, un gran número de compostelanos han expresado su desagrado debido a la «conducta impropia» de ciertos conjuntos de peregrinos, así como el emergente y continuo «sobrecupo» turístico de la ciudad.
En lo que llevamos de 2024, la Oficina del Peregrino en la ciudad apostólica ya ha otorgado 274.750 ‘compostelas’ -el documento que valida la finalización del Camino de Santiago-, casi un aumento de 40.000 respecto al mismo periodo del año anterior, cuando se entregaron 238.676.
Por ende, la frustración se ha extendido entre los residentes de la ciudad, particularmente entre aquellos que habitan o laboran en zonas próximas a la histórica Praza do Obradoiro, el último punto del Camino, por donde desfilan cientos de peregrinos a diario.
Adrian, un joven de 26 años que trabaja en la hostelería en la calle Casas Reais, argumenta que las grandes multitudes de peregrinos que llegan a Santiago pueden ser problemáticas. No importa qué día sea, estos grupos entran en la ciudad notándose su presencia con música e instrumentos, y cantando igual que en las procesiones de Semana Santa. La calle Casas Reais es la entrada principal a la catedral para quienes siguen el Camino Francés, la opción más popular de la ruta del peregrino. En la primera mitad del 2024, este camino fue escogido por cerca de 130,000 peregrinos, el 47% del total, mientras que otras rutas, como la portuguesa, solo la hicieron menos de 53,000 personas, un 19% de la suma total.
Por consiguiente, las calles que conducen al casco antiguo de Santiago se ven abarrotadas de multitudes de peregrinos, lo que muchas veces interrumpe la rutina diaria de los locales. Adrian confiesa que a veces es difícil incluso hacer tareas cotidianas como ir a trabajar o dar un paseo, ya que las calles están llenas y los peregrinos no suelen apartarse al paso de los demás.
Guillermo, un joven arquitecto local, coincide con Adrian y añade que este comportamiento a menudo comienza temprano en la mañana, con los peregrinos entrando a granel y cantando fuerte desde las 8.00 horas.
Los residentes de Santiago no solo sufren el ruido de los peregrinos, sino que también son testigos de conductas diversas y peculiares. Desde picnics y grafitis en las piedras del suelo del Obradoiro -parte del Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO- hasta campamentos, barbacoas e incluso ropa tendida a secar en el parque público de la ciudad, la Alameda.
En respuesta a estos comportamientos irrespetuosos, varios ciudadanos han optado por exponerlos en plataformas digitales. Es el caso de Compostela Resiste (@compostelaresiste en Instagram), una cuenta participativa que comparte en su perfil videos e imágenes enviadas por los residentes para evidenciar estas actitudes incívicas.
Otra iniciativa destacada que ha tenido como objetivo contrarrestar estos actos es Escola Unitaria (@escolaunitaria en Instagram), que el año pasado lanzó una campaña dirigida a los turistas irrespetuosos, colocando pegatinas en distintos puntos de la ciudad del Apóstol. Algunos de los mensajes que se podían leer en ellas eran «Peregrinos, silencio, un poco de empatía joder», «Aquí descansa gente» o «Pilgrimshhhhhh». No descartan repetir esta acción este verano. A pesar de esto, los representantes de esta asociación, quienes afirman estar «muy enfurecidos y agotados», han decidido no dar declaraciones a este medio.
«El desafío es el turismo de masas desbordado»
En respuesta a la situación actual, muchos compostelanos sugieren la implantación de una mayor vigilancia policial o sanciones financieras como remedio. «Si no hay amenaza de multa, seguirán en la misma actitud, especialmente los grupos grandes que no se molestan en leer los carteles. Creo que deberíamos penalizar con mayor severidad el vandalismo y el uso de la ciudad como espectáculo, como cuando se bañan en una fuente a pesar de estar prohibido, debería haber una sanción», sugiere Guillermo.
«El problema no es el turismo per se, sino el turismo desbordado, y deben perder esa sensación de impunidad. He presenciado a gente realizando gincanas en el Obradoiro, saltando y tirando mochilas, y estoy convencido de que no harían eso frente al Coliseo Romano, por ejemplo. Necesitamos presencia policial», propone el arquitecto.
Adrián ofrece una explicación basada en su experiencia en la industria de la hospitalidad en Compostela: «Separamos los conceptos de turista y peregrino. Usualmente, el turista llega a Santiago e invierte; se queda más de una noche, come en restaurantes, explora la ciudad… Por otro lado, los grupos de peregrinos suelen hospedarse en gimnasios o residencias y, en muchos casos, sólo permanecen un día».
A pesar de esto, los habitantes entienden y valoran la experiencia espiritual que el Camino de Santiago implica y hacen un llamado a los visitantes para que sean más conscientes y respetuosos con la ciudad que los recibe. «Apreciamos que están emocionados de llegar a Compostela», añade el joven, «pero deben entender que nosotros, que vivimos aquí, lidiamos con esto todos los días».
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