La vida puede cambiar radicalmente con la aparición de una discapacidad, especialmente si ésta surge de manera inesperada. Sin embargo, una diagnosis de enfermedad incapacitante no implica necesariamente que no puedas continuar con tu existencia, sinó que puede revelarte un abanico de nuevos desafíos y oportunidades.
Así le ocurrió a Isabel Piqueras, quien a pesar de estar familiarizada con las discapacidades debido a su labor como formadora de perros de asistencia, tuvo que transformarse y amoldarse a su nueva realidad. Isabel se describe como «Paciente con dolor crónico refractario severo y neuropático».
Narra que padece un dolor intenso que a veces la lleva a perder la consciencia, un dolor que comienza en su espalda y se extiende hasta sus pies debido a una fibrosis post-quirúrgica provocada por una operación de hernia discal en el año 2010. Desde ese momento, vive con nervios atrapados en la parte baja de su espalda.
Desde entonces, Piqueras se encuentra retirada por incapacidad absoluta, pero no ha perdido su afán de seguir contribuyendo. Actualmente dirige ‘Luca perro de asistencia’, una iniciativa que lleva a cabo junto a un grupo de personas también discapacitadas, cuyo objetivo es asistir a otras personas en su misma condición y dar a conocer la labor de los perros de asistencia.»Siempre he pensado que las personas con discapacidad merecen una vida mejor», afirma Piqueras, quien también ha sido cuidadora de sus familiares desde muy joven.
Piqueras no se encuentra sola en su lucha diaria. Junto a su familia, comparte su vida con Luca, un Golden Retriever de nueve años al que ella misma adiestró. «Gracias a Bocalán, pude completar su formación y certificarlo como perro de servicio para discapacidad física», comenta. Su caso ejemplifica la vida que aportan los perros de asistencia a la vida de las personas con discapacidad.
Desde que cumplió siete años, Luca comenzó a reconocer mi dolor por sí mismo, transformándose así en un perro de alerta médica y previniendo muchos de mis desmayos», comenta la dueña de Luca. «Es un perro extremadamente sensible: si lloro, él llega de inmediato, como si quisiera limpiar mis lágrimas con su lengua; es muy amoroso… Supera a cualquier otro perro que haya tenido antes».
El auxilio que recibo de Luca me proporciona una gran sensación de independencia.
Además de ser un detector de dolor, Luca asiste a Piqueras en diversas actividades cotidianas. «Me ayuda a quitarme la ropa, me trae las zapatillas, recoge cualquier cosa que se me caiga al suelo, me pasa la muleta y la medicación cuando estoy muy mal, e incluso me lleva agua cuando se me termina», detalla Piqueras.
«También me ayuda a moverme, alerta a mi esposo si me siento muy mal (o a quienes estén cerca si estoy en un lugar público)», añade Piqueras. «Pero, sobre todo, el apoyo que recibo de él me proporciona un gran sentido de independencia».
Sin embargo, convivir con un perro de asistencia puede ser incluso más complicado que vivir con un perro de compañía. «Es crucial reforzar todas las habilidades del perro si queremos mantenerlas a largo plazo», aconseja Piqueras.
«Debes seguir las instrucciones proporcionadas por el instructor desde el principio, no hay lugar para negociaciones», recalca. «Debes recompensarlo con caricias, comida, voz, siempre que cumpla sus tareas y esto debe hacerse todos los días un ratito, lo que implica compromiso tanto del usuario como de la familia».
Sin embargo, Piqueras también señala que estos ejercicios no son solo trabajo, sino que el perro también disfruta de ese rato con la familia y el usuario y la conexión se vuelve más fuerte. «Es algo hermoso para disfrutar», asegura.
Aún queda mucho por descubrir.
Piqueras reconoce que estar acompañada por Luca ha enriquecido su vida, aunque admite que tener un perro como parte de su vida cotidiana puede ser problemático en ocasiones. Aunque tienen el derecho de entrar con su perro en cualquier lugar, Piqueras menciona que muchas veces se les dificulta el acceso. Según ella, en dos de cada tres ocasiones, tratan de expulsarlos por la presencia de Luca. Afirma que la mayoría de las veces se debe a la falta de conocimiento, no por mala intención, basándose en su experiencia personal y la de otros.
Piqueras subraya que, para las personas con ciertos tipos de discapacidad, estas situaciones pueden provocar serios conflictos de salud. Por ejemplo, si una persona toca al perro sin permiso mientras está trabajando, el perro puede perder el foco y no puede alertar de una crisis de epilepsia, diabetes u otra emergencia de salud.
Para solventar estas situaciones y otras similares que puedan afectar a las personas con discapacidad, Piqueras sugiere ejecutar campañas de sensibilización en todo el país sobre los cinco diferentes tipos de perros de asistencia que existen. Opina que si una persona con discapacidad desconoce la existencia de estos perros de asistencia, es poco probable que piense en solicitar más información o en contar con uno para mejorar su calidad de vida. De la misma forma, si la sociedad en general no tiene conocimiento sobre los perros de asistencia y su importancia, no podrá comprender la necesidad de proteger su derecho a entrar a todos los lugares junto a sus dueños.
Piqueras sostiene que es fundamental contar con una comunidad bien educada y consciente para respaldar a las personas con discapacidad, destacando y respetando la función crucial que cumplen los perros de servicio en su vida cotidiana. «Aquellos de nosotros que vivimos con una discapacidad albergamos la esperanza de que haya más asistencia y oportunidades para conseguir un perro de servicio, que indudablemente es un extraordinario recurso técnico que se valora a diario», concluye.