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Demoró un tiempo considerable para que España expresara su enérgico rechazo a la situación en Venezuela, dónde Nicolás Maduro, un líder autoritario, intenta mantener su poder gracias al apoyo de militares corruptos. La gente desesperada sufre represión, la pobreza aumenta y millones huyen en busca de refugio a otros países.

Varios gobiernos demandan acceso a los registros electorales para evidenciar el fraude electoral que niega la victoria de la oposición, sin embargo, al presidente Sánchez le costó bastante tiempo respaldar esta demanda, que España, con su tradición histórica y cultural, debería haber liderado.

Esta tibia reacción no hizo más que enfocar la atención sobre la involucración del ex presidente Rodríguez Zapatero, un aliado consolidado del régimen corrupto, quien pronto se ocultó en algún escondrijo para evitar ser asociado con el vergonzoso secreto que daña la imagen de España ante el mundo democrático. Este mundo valora la libertad, conoce los horrores de una dictadura y a un dictador despiadado dispuesto a recurrir a la violencia para mantener su poder.

Afortunadamente, la prudencia diplomática prevaleció y el presidente Sánchez, frente a la presión de varios aliados de extrema izquierda, se unió a la protesta de Estados Unidos, la Unión Europea, la Unión de Estados Americanos y una veintena de más países democráticos. Con ello, Sánchez colocó a España en el frente de la batalla en defensa de las naciones hermanas, con las que comparte idioma, cultura, historia y lazos de sangre, como lo demuestran los censos de apellidos de sus ciudadanos.

En esta instancia, una que no se ha repetido mucho recientemente, España está en la posición que corresponde, luchando por la libertad y el avance de los venezolanos que tanto necesitan en el presente y cuyo futuro bajo un régimen político perpetuo, similar al cubano, no produce nada más que preocupación y repudio. No se solicita que Maduro sea sujeto a sus propias tácticas de represión y crueldad. Lo único que se pide es que, al igual que otros tiranos de su tipo, se apresure a empacar sus maletas y tome un vuelo hacia un lugar donde pueda experimentar la paz y la seguridad que se niega a brindar a sus compatriotas. Ni Venezuela ni la democracia estarán peor sin su falta de legitimidad.

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