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Los habitantes de Santiago están cansados de los visitantes religiosos: «Hacen mucho ruido, aparecen como una ola…»

Los Juegos Paralímpicos se iniciarán en solo diez días, siendo el foco de atención, o al menos deberían serlo, los atletas participantes del 28 de agosto al 8 de septiembre. Estos deportistas, a pesar de competir en un evento de alto nivel que puede despertar emociones tan intensas, o incluso más, que su predecesor, probablemente recibirán una cobertura y audiencia significativamente menor.

4,400 atletas provenientes de 180 países se enfrentarán en 22 disciplinas deportivas, luchando por alcanzar los ideales de «más alto, más lejos y más fuerte». Las metas de los organizadores de los Juegos Paralímpicos, además del espectáculo y la superación de récords, es «inspirar y ofrecer oportunidades para las personas con discapacidad».

Ojalá suceda así. Ojalá podamos prestarles la atención que se merecen, entendiendo que son un reflejo de la realidad de la discapacidad, sino un modelo inspirador para todos. Ahí radica nuestro deber como sociedad.

Es vital trabajar en buscar terapias accesibles, reducir las tediosas listas de espera para atención temprana, discapacidad o dependencia, proporcionar empleo, asegurar los cuidados necesarios sin desestabilizar o agobiar a los seres amados, permitir el movimiento libre y normal dentro de su ciudad y brindar la independencia suficiente… Estos son solo algunos de los desafíos diarios que enfrentan las personas con discapacidad. Desafíos que comparten los atletas que nos representarán en París, quienes responderán a sus propios retos personales de velocidad, fortaleza y resistencia.

El equipo paralímpico español, cuyos premios por primera vez en la historia son iguales a los del equipo olímpico, consta de 139 deportistas con discapacidad, de los cuales solo dos poseen una discapacidad intelectual: Eva Coronado y David Pineda. Una vez más, la discapacidad intelectual permanece en un segundo plano, con sus atletas presentes solo en tres disciplinas deportivas.

Este es un desafío distinto, que interpela directamente al Comité Paralímpico Internacional. Es incomprensible el grado de subrepresentación de la discapacidad intelectual. Actualmente, existen criterios bien definidos para integrar a estos atletas sin volver a enfrentar situaciones tan vergonzosas como las que ocurrieron con el equipo de baloncesto español en los juegos de Sídney 2000, cuando la mayoría de sus miembros fingieron tener una discapacidad al estilo de Dani Rovira en «Cuerpo escombro».
Un ejemplo emblemático son los atletas con síndrome de Down que, además de tener una discapacidad física, poseen también una intelectual, fácilmente identificable. Estos deportistas han estado reclamando su derecho a competir desde hace años y en muchos países, pero siguen siendo excluidos.
En España, la voz más sonora es la de Mikel García Aguirrezabal. Posee tres oros y dos platas a nivel mundial, además de un oro y dos platas a nivel europeo, y un oro y una plata en el Campeonato de España de FEDDI (Federación Española de Deportes para personas con Discapacidad Intelectual). Este impresionante palmarés ha sido posible gracias a los Virtus Global Games, que se celebran cada cuatro años desde 2018 con el propósito específico de dar espacio a atletas con síndrome de Down, discapacidad intelectual y autismo.
En diez días se inaugurará los Juegos Paralímpicos y desde casa, observaremos la ceremonia y todas las competencias que podamos, aplaudiendo los éxitos y lamentando los fracasos de los atletas, con el mismo entusiasmo que desplegamos ante los Juegos Olímpicos. Asimismo, anhelaremos el día en que, esperemos, no muy lejano, los atletas con síndrome de Down y discapacidad intelectual caminen y compitan junto a la mayoría de atletas que son ciegos, amputados o en silla de ruedas. Merecen la misma cantidad de premios, apoyos, patrocinios, entrevistas, e impartirnos charlas y lecciones de vida. Ahí queda el desafío.
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