Paulita, como la conocen en su hogar, expresó a 20minutos que su producto de belleza favorito es la máscara de pestañas. «Me hace sentir bonita», declaró durante una llamada telefónica en la que su madre detalló la diversidad de productos de belleza que la niña de 11 años guarda en su cuarto.
Sus objetos van desde varios sérums con diversos olores y funciones, pinceles, rubor en crema, polvo compacto, sombras para ojos y correctores de diversos tipos, siendo estos últimos, según Paula, «lo más trendy».
Puede parecer que esta joven estudiante de primaria recoge recipientes de productos por puro placer, pero la realidad es que comprende a la perfección los propósitos de cada uno, gracias a la plataforma donde aprendió: TikTok.
La plataforma social procedente de China se ha transformado en una especie de academia de belleza. En ella, influencers y celebridades comparten sus rutinas diarias de cuidado de la piel o cabello, e incluso el origen de sus atuendos. Un gigante de marketing que ha logrado influenciar a los jóvenes españoles.
«Todo comienza con TikTok», admite Ana, madre de Paula. Hace aproximadamente un año, menciona que su hija comenzó a mostrar interés por los productos de belleza. «Llega un momento en que empieza a hablar y te das cuenta de que ella sabe más acerca de maquillaje que tú», asevera. Aunque ella misma se maquilla diariamente, asegura que el interés de su hija no proviene de su imitación. «Mis favoritos son los videos en donde muestran cómo se maquillan y presentan los productos», revela Paula, quien a su vez explica que sus amigas van a la escuela maquilladas. «Yo no, no me gusta que me regañen», confiesa inocentemente.
LOS DATOS DE LOS COSMÉTICOS
De acuerdo con la última investigación realizada por la Asociación Nacional de Perfumería y Cosmética acerca de la percepción del consumidor europeo, se ha observado que los jóvenes de 18 a 24 años hacen uso de hasta 16 diferentes productos semanales. Las mujeres, por otra parte, usan un promedio de 9 productos de belleza distintos cada día, alcanzando un total de 15 a la semana. Además, el 27% de los compradores menores de 25 años utilizan cosméticos para mejorar su autoconfianza.
Ana, es consciente del fenómeno de dependencia a los cosméticos en la juventud, denominada popularmente como ‘cosmeticorexia’, a pesar de ello, no se siente perturbada por el interés de su hija en estos. Manifestó que, a diferencia de su hija, ella no se maquillaba a su edad, pero entiende que la sociedad ha cambiado. Permiten que su hija se aplique maquillaje los fines de semana, pero no para ir al colegio. Confía en que han logrado mantener la situación bajo control hasta ahora.
Por el contrario, Nina, madre de Olivia de 12 años, sí está preocupada por la fascinación de su hija por el cuidado de la piel. Afirmó que Olivia tiene sus propias rutinas, prepara tónicos capilares, se aplica mascarillas una vez por semana, y todo esto a pesar de que no ha terminado de madurar física ni mentalmente. A Nina le preocupa que su hija utilice productos cosméticos que no necesita y cree que el marketing es el culpable de esta situación.
La mejor opción es abordar el tema con frecuencia y controlar lo que se utiliza, prohibirlo solo generaría resistencia.
El tocador de la niña alberga numerosos productos cosméticos: limpiadores, tónicos, pinceles, esponjas, lápices, sombras de ojos, entre otros accesorios y aparatos que uno podría imaginar. «No estoy segura de cuántos neceseres posee», confiesa la madre. La niña obtiene sus productos de maquillaje durante su visita con sus padres a tiendas preferidas, como el renombrado Primor, o solicita vales de regalo en ocasiones especiales. Sin embargo, manejar su propio dinero no es algo que se le permita todavía. «A esta edad, no tienen cómo pagar y podemos supervisarlos por ese medio», sostiene Nina. Ella aconseja a la niña que aplique maquillaje de forma moderada y utilice productos de calidad. En su opinión, la única opción viable es mantener una comunicación constante y monitorizar lo que usa para evitar enfrentamientos innecesarios.
Según Nina, la «inseguridad y la presión social» generado por las redes sociales son las principales causas de que las niñas a una edad tan temprana caigan en el ciclo interminable de rituales de belleza. Ella comenta que ahora todas siguen un patrón definido: redes sociales, compras, cuidado de la piel y adicción a Shein. «La publicidad promueve que debes tener una imagen perfecta con chicas que lucen extremadamente atractivas y se ven espléndidas en videos, así que las niñas se sienten presionadas a seguir esa tendencia para no sentirse excluidas», agrega.
La preocupación por este tipo de asuntos puede generar baja autoestima, ya que suelen implicar continuas comparaciones con los demás. Con respecto a esto, la psicóloga infantil Conchita Sisí señala que este tipo de tendencias han estado en auge desde hace más de un año. Sostiene que la falta de autoestima es lo primero que surge cuando se encuentran con menores obsesionados con estas cuestiones, y que a menudo está asociada con comparaciones con los demás. A largo plazo, advierte la doctora, esto puede conducir a problemas más graves, como la ansiedad y la depresión.
Abordando el «mundo real»
Elena Notario, una psicóloga infantil y juvenil de la Sociedad Española de Medicina Adolescente (SEMA), agrega algo a la discusión. Según la especialista, «la transición entre la niñez y la adolescencia ya no es clara». Notario sugiere que la pandemia COVID-19 ha influenciado esto. «Se encuentran en una etapa especialmente frágil, y el encierro les ha quitado años en los que deberían haber estado interactuando en la calle, pero en cambio, los pasaron en casa y en las redes sociales», explica. «Al regresar a la vida cotidiana, poseían menos habilidades y más miedo a exponerse, exacerbado por el uso de máscaras. Creo que algo comenzó a formarse desde allí, además de las redes sociales», agrega.
El ciclo comienza con las empresas buscando obtener ganancias y, a partir de ese punto, más publicidad, mayor cantidad de creadores promocionándose y, al final, el público.
Ambas están de acuerdo en que los niños, a partir de los 10 años, buscan esa «perfección, ese ideal de piel perfecta o una apariencia lo más cercana posible a lo que observan en la pantalla». Notario señala que esto termina resultando en «problemas de ansiedad, síntomas depresivos, autolesiones y problemas con habilidades sociales».
Según Sisí, algunas niñas «modifican sus actividades diarias» para poder seguir el proceso de embellecimiento. La psicóloga señala que esto conduce a un círculo vicioso que va más allá del simple uso de crema: incluye el sérum, el exfoliante, los productos de ducha, los labiales, los de exterior, para las manos, etc. «El ciclo inicia con las marcas buscando lucrarse y, a partir de eso, más anuncios, más creadores de contenido promoviéndolo y, finalmente, el público», declara Sisí.
ADVERTENCIA DE LA OCU
En febrero pasado, la Organización de Consumidores y Usuarios (OCU) ya había alertado sobre el aumento en el uso de productos de belleza entre los jóvenes, estimulado por las redes sociales. Por esta razón, han solicitado al gobierno la regulación de la publicidad en estos sitios. Según la entidad, estos productos pueden tener componentes que provocan daño en la piel y en el organismo, especialmente en los jóvenes cuyos cuerpos están en crecimiento. Además, remarcaron que el uso incorrecto de estos productos puede causar obsesión por la imagen física durante la adolescencia y preadolescencia.
La especialista aconseja que los padres utilicen esta oportunidad para inculcar hábitos saludables a sus hijos. Sugiere «Aplicar los productos juntos, hacerlo como un juego y restarle importancia ya que, entre otras cosas, estas rutinas incentivan el perfeccionismo y las exigencias», indica. Asimismo, alentó a buscar perfiles en redes sociales que promuevan la autoaceptación corporal.
Por otro lado, Notario sugiere «limitar el uso de pantallas mediante el control parental» y entregar dispositivos móviles a los niños «lo más tarde posible». Asimismo, subrayó la importancia de actividades extracurriculares y de socialización. «Cualquier cosa, pero que les lleve a enfrentarse a la realidad», concluye.
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