Oigo gritos dirigidos contra la práctica de partitocracia en nuestra estructura política y me cuestiono si este problema es verídico, si lo vivimos en España o si aquellos que ahora protestan, actuarían de la misma manera si tuviesen el control.
Si existe esta problemática, ¿Cómo podemos combatirla? Hagamos un análisis. Esta práctica se refiere a una hegemonía desmesurada de los partidos políticos sobre las instituciones y la política de una nación, a menudo desafiando la auténtica representación democrática.
El término fue acuñado por el filósofo español José Ortega y Gasset en su obra de 1930, La rebelión de las masas.
Cuando era joven, leí este libro y no logré entender nada, pero ahora lo veo todo más claramente. El sabio advertía acerca de la amenaza de dejar que los partidos políticos se transformaran en titanes indiscutibles de la política. Te permiten votar de vez en cuando, pero las elecciones ya están predeterminadas y tu voto parece apenas tener valor.
El político es quien, en realidad, hace lo que le apetece con tu consentimiento, miente, olvida sus propias promesas de campaña, viola su palabra y luego te afirma, sin inmutarse, que ha cambiado su postura. Otros signos de que una partitocracia puede estar presente incluyen la acumulación excesiva de poder en unas pocas manos, la interferencia en la justicia y en los medios de comunicación, el favoritismo, la opacidad, o el uso de recursos públicos para fomentar la lealtad. ¿Suena familiar? Este es el panorama real donde los políticos deciden a su antojo, incumpliendo su palabra y mienten descaradamente sobre su cambio de postura.
Giovanni Sartori, Robert Michels y Juan José Linz, han estudiado detenidamente en sus estudios como los partidos políticos podrían convertirse en monopolios que centralizan el control, afectan la interacción de los ciudadanos y perjudican las entidades democráticas. Aunque esta teoría parece tener un alcance considerable y una interpretación clara, no tiene un tratamiento obvio ni una fórmula fácil de recetar.
¿Han tenido estas propuestas algún efecto real en la lucha contra el exceso de poder de los partidos políticos? En la década de 1990, en Italia, el descontento con la partitocracia llevó a una serie de cambios políticos y judiciales conocidos como «Operación Manos Limpias» para minimizar la corrupción y la influencia de los partidos políticos. Sin embargo, esa preocupación era más un asunto de corrupción global que de aplicación práctica de estas teorías. En América Latina, el malestar con la partitocracia ha contribuido al auge de movimientos de tendencia populista que desafían el poder de los partidos tradicionales, y que generalmente manejan el aparato del partido según convenga una vez alcanzan el poder. Un ejemplo claro de esto es la situación en Venezuela.
En países como Suiza, Alemania, Nueva Zelanda o el estado de California, la lucha contra la partitocracia ha llevado a la implantación de instrumentos de democracia directa, como consultas públicas y asambleas de ciudadanos, con el objetivo de dar más poder a los ciudadanos fuera del ámbito de los partidos políticos. En España, las críticas a la partitocracia han sido persistentes desde la Transición a la democracia. Incluso el partido político Podemos nació en gran medida como respuesta al dominio de los partidos más grandes, demandando una mayor inclusión de los ciudadanos y una transformación en la cultura política del país. Sin embargo, la trayectoria institucional de este partido político -como todos hemos observado- no parece alentadora.
Parece una tarea irrealizable para el ciudadano retomar el control desde el exterior de las estructuras de poder. Intentarlo desde el interior requiere una dedicación y un radicalismo vital que enfrentan numerosos desafíos y tentaciones, pidiendo casi un comportamiento heroico y estableciendo un costo exorbitante. Tal vez la única manera de conservar una democracia más benéfica para todos sea a través del despertar de la consciencia colectiva, la habilidad de demandar cambio social y la participación ciudadana activa. Observaciones.
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