La participación de deportistas femeninas afganas en las Olimpiadas de París ha generado un gran debate y controversia, evidenciando las importantes discrepancias y obstáculos en cuanto a los derechos de la mujer y el reconocimiento de los talibanes a nivel global.
Entre los competidores, había seis afganos, incluyendo tres mujeres. No obstante, el anuncio de los talibanes de negar el reconocimiento a estas tres deportistas que representaron a Afganistán ha generado conmoción.
Tras asumir el control, el régimen talibán prohibió el acceso a las mujeres al deporte de forma absoluta, con la intención de mantenerlas en la periferia de la esfera pública y social y frenar su progreso.
Este veto es un marcado testimonio de sus políticas misóginas y ha suscitado indignación a nivel internacional, dañando significativamente la reputación de los talibanes.
En respuesta a la negación de los talibanes de reconocer a las atletas, varias de ellas han manifestado que el régimen está intentando borrar el rastro de las mujeres tanto a nivel nacional como internacional. Estas mujeres denuncian que, aunque en algún momento representaron y llenaron de orgullo a Afganistán con su participación en deportes, ahora se les ha negado la oportunidad de hacerlo por el gobierno talibán.
Numerosas integrantes del Movimiento de Mujeres Empoderadas de Afganistán han protestado por su exclusión de las Olimpiadas y Campeonatos Mundiales. Una de dichas protestantes es Shukria Hojjat, una practicante de karate, quien mantiene que «estos actos solo revelan que el principal objetivo de los talibanes es erradicar completamente a las mujeres. Este pensamiento no es nuevo, continúa siendo su misma postura de siempre. Les temen al avance y al poder que las mujeres afganas podrían adquirir, por lo que intentan marginarlas de la sociedad».
Al afirmar que no aprueban ni reconocen a estas tres atletas, indica que no desean que las mujeres participen en la sociedad en general. Los talibanes escogen mantenerlas recluidas en casa a pesar de los esfuerzos que han invertido para ingresar en las competiciones deportivas. Este es el argumento de Shukria Hojjat, una competidora de karate que cuenta con un cinturón negro y ha ganado más de diez medallas doradas y plateadas en varias competencias, y ha practicado su deporte durante siete años.
Hojjat expresa que después de obtener su cinturón negro, dedicó dos años a entrenar a jóvenes huérfanas en un campo de futsal con el fin de fortalecer y motivarlas. Confiesa que le resulta sumamente doloroso dedicar años a su carrera deportiva, esforzándose y obteniendo medallas, mientras las niñas crecían en una sociedad tradicional que veía con malos ojos que acudieran a un gimnasio.
Las dificultades que enfrentaron las atletas y sus familias no se olvidan fácilmente. Desde insultos y humillaciones hasta ser tachadas de prostitutas, todo para crear un espacio apropiado para practicar deporte. Con la llegada del régimen talibán, todo ese trabajo fue en vano, una situación que Hojjat califica de dolorosa, especialmente por quedarse en silencio ni la Federación Olímpica ni otras instituciones en defensa de las deportistas afghanas.
Hojjat había establecido un pequeño gimnasio para entrenar a las mujeres localmente, pero con la irrupción de los talibanes, se vio forzada a clausurarlo. Ya no existía la esperanza de participar en ninguna competencia y los talibanes finalmente proclamaron la prohibición de todos los gimnasios de mujeres.
Tras ese episodio, se dispuso a entrenar en su hogar por un periodo, siguiendo el camino de otras atletas, buscando preservar el estatus que ha alcanzado y convertirse en inspiración para otras jóvenes. «Me desalentaban las uniones obligadas de mis colegas y la persistencia de los talibanes en Afganistán. Cada día perdía más motivación y hasta dejé de entrenar en mi hogar, dedicándome a la costura para mantenerme activa y cubrir mis necesidades financieras».
«Mantenemos un grupo de WhatsApp con nuestros colegas. Los muchachos se preparan para competencias, discuten sobre sus entrenamientos, y leer sus mensajes es un reto para nosotras. Nuestra meta al protestar ahora es que el mundo esté consciente de la existencia de mujeres atletas en Afganistán y que escuchen nuestros testimonios», expresa con pesar.
La atleta critica ferozmente a la comunidad global, que ha guardado silencio mientras pisoteaban los derechos esenciales de las mujeres. Tilda su silencio de vergonzante y solidario con los talibanes, presionando para que adopten acciones sólidas y apremiantes.
Opiniones.
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