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La red de distribución de ketamina cobró una víctima: cinco individuos han sido detenidos en relación a su fallecimiento

Necesitamos comenzar a deliberar serios y potencialmente reafirmar nuestra ciudadanía. De lo contrario, corremos el riesgo de adentrarnos en una distopía de ciencia ficción, donde las maquinarias son manipuladas, surgen sospechas de intenciones ocultas detrás de adorados gurús de internet y nos convertimos más o menos en ciudadanos de una república virtual.

Lo más alarmante del caso que menciono es que la mayoría de la gente lo desconoce, y es importante que empecemos a comprenderlo. Para proteger un derecho, primero se necesita entenderlo y para entender algo, se debe poder articulado correctamente.

Todavía estamos bastante lejos de conseguir eso. Estoy hablando de los llamados «neuroderechos», un concepto novedoso sobre el cual necesitamos reflexionar antes de que alguien más lo haga por nosotros. Ya se inició la cuenta regresiva y algunos comparan esta situación con avances perturbadores como la bomba atómica.

El neurocientífico español Rafael Yuste, director del Centro de Neurotecnología de la Universidad de Columbia, es el principal defensor de esta idea. Necesitamos escuchar y valorar lo que dice. Su propuesta es directa: propone agregar cinco nuevos derechos a la Declaración Universal de Derechos Humanos, lo que podría parecer complicado, pero debemos abordar rápidamente.

Es fundamental comprender la importancia de estos nuevos derechos, ya que se deben considerar las máquinas emergentes capaces de conocer y manipular la actividad cerebral de una persona para bien o para mal. En este contexto, Yuste propone que el primer «neuroderecho» sea la identidad personal no manipulable. Nadie debe tener la capacidad de alterar tu identidad a través de una intervención externa. El segundo derecho se refiere al libre albedrío, la facultad de tomar decisiones más allá de cualquier manipulación cerebral.

La tercera ley se refiere a la confidencialidad mental. Nos acercamos a la etapa de distribuir dispositivos capaces de descifrar nuestros pensamientos, almacenarlos y mantenerlos constantemente supervisados. La cuarta norma conlleva el acceso justo a los sistemas de mejora cognitiva y sensorial. Esto es complicado, ya que podría resultar en una humanidad separada en dos niveles de velocidad, basados en la capacidad financiera. El quinto principio aborda la defensa contra el prejuicio en los algoritmos de Inteligencia Artificial. Se ha observado que los algoritmos, a pesar de sus ventajas y desventajas, finalmente desarrollan prejuicios, al igual que cualquier individuo.

Nos encontramos ante un rumbo perturbador y parece complicado controlar a este poderoso felino digital. Imaginar las posibles consecuencias a medida que avanzamos es espeluznante. Tal vez por eso, sería ideal que por una vez, la ley se anticipara a los hechos.

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