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El progenitor de Lamine Yamal fue víctima de apuñalamiento en Mataró

Frecuentemente, las personas con discapacidades somos percibidas como frágiles e ineptas. Lo más preocupante de esta mirada es que a veces llegamos a aceptarla. Esta es una vivencia personal que demuestra que, en ciertas situaciones, somos nosotros mismos los que nos imponemos obstáculos antes de siquiera intentarlo.

Mi historia es la siguiente: terminé mis estudios en psicología por lo que siempre tuve la impresión de querer seguir mi formación en la IESE Business School. Además, siendo la jefa de ‘Convives con Espasticidad’ y Fundación Claudia Tecglen, ejerzo como psicóloga, comunicadora, mentor y consultora.

Constantemente persigo la excelencia y por ello apuesto por la capacitación constante. Sin embargo, en un principio creí que no me aceptarían. Al final, el año pasado, sólo unas semanas después de la pérdida de mi madre, tomé la decisión de seguir adelante. ¿Cuál podría ser una mejor forma de progresar que ocupándome de mi futuro? Mi primera elección era cursar un EMBA, y no solo no hubo inconvenientes con las adaptaciones, sino que también se me preguntó si necesitaba algo más.

Me formé en un centro de estudios y obtuve calificaciones sobresalientes en los exámenes. No obstante, la exigencia física de este tipo de instrucción y considerando mis características, opté por el Programa de Desarrollo Directivo (PDD). Ha sido una experiencia que cambió mi vida. La educación no solo brinda habilidades y conocimiento, sino que impulsa la confianza de que no existen barreras insuperables, y personalmente, he tomado la decisión de establecer mis propios límites. Esta formación me facilitó mejorar mi toma de decisiones basándome en juicios más sólidos, no solo en mi carrera profesional sino también en mi vida personal. He encontrado apoyo en profesores que, sin mi petición, identificaron que tenía problemas con Excel debido a mi discapacidad y se reunieron conmigo para impartir clases personalizadas. “No existe un número que no pueda comprenderse en una servilleta», me recordaba frecuentemente uno de los maestros de finanzas. Hice amigos entre mis compañeros quienes ven mi silla de ruedas o muletas como un accesorio y no como un aspecto de mi personalidad.
La adaptación del método de aprendizaje para potenciar las capacidades de los estudiantes debería ser la norma, lo esperado. Sin embargo, hoy en día, resulta algo extraordinario. La inclusión consiste en ser invitado a eventos extracurriculares y que una compañera se preocupe por garantizar que feasiblemente puedas participar en el plan propuesto antes de que tú preguntes.
La discapacidad es costosa y empobrecedora, y la limitación más grande es la pobreza misma.
Podemos alcanzar la equidad de oportunidades solo si construimos la igualdad a partir de la diversidad. Pero no nos engañemos, esa equidad no solo está impregnada de nobles intenciones.

La condición de discapacidad suele ser costosa y empobrecedora, y la pobreza puede ser la discapacidad más restrictiva. Este círculo vicioso parece difícil de romper cuando sólo el 1,6% de los estudiantes universitarios en España son discapacitados. ¿Y qué hay de la tasa de desempleo que alcanza casi al 75% de las personas con discapacidad? ¿Y el hecho de que uno de cada tres individuos discapacitados en España esté en peligro de vivir en pobreza extrema o ser excluido socialmente?

Al observar estos datos, me embarga una profunda tristeza. Soy plenamente consciente de que la única forma de superar esta situación es a través de la educación y la sensibilización, entendiendo que nuestra capacidad para triunfar es mucho mayor que las limitaciones que impone nuestra discapacidad. Pero, ¿cómo asumir nuestro potencial si no se nos ofrece una oportunidad para demostrarlo, o peor aún, si no nos sentimos dignos ni capaces de aprovecharla? Aquí es donde la asignación de cuotas de trabajo y las becas de estudio para discapacitados entran en juego.

Recuerdo el mes de febrero, cuando me llegó la noticia de que el IESE y la Fundación Nemesio Diez me otorgaban una beca que cubría el 66% del costo del programa, no debido a mi discapacidad, sino a mi excelencia y potencial para generar impacto. Fue un doble placer sentir mi talento y vocación de servicio reconocidos, lo que demostró que la discapacidad puede actuar como un catalizador para encontrar tu propósito de vida.

Las cuotas y las leyes son cruciales para asegurar nuestro derecho a un estilo de vida digno, pero también se requiere una perspectiva distinta.

Escribo este artículo con la esperanza de que otras personas en mi misma situación no solo tengan las oportunidades que yo he tenido, sino mejores, y que eviten el error de asumir que serán excluidos de antemano, pues eso seguramente es la barrera más grande. Quizás, se les reconocerá su talento, y si no, lo más crucial es reconocernos a nosotros mismos como seres capaces de forjar nuestro propio destino y edificar una vida que nos haga felices, con ayuda, pero como cualquier otra persona.

Hago un llamado a todas las entidades educativas, compañías y a la comunidad en su totalidad. Es vital entender que la diversidad es la única constante entre todos los humanos. Cada individuo, sin importar su situación, tiene derecho a una oportunidad equitativa para demostrar su valía y llegar a su pleno potencial.
Necesitamos apreciar y valorar la diversidad como un pilar crucial para la evolución e innovación. Es momento de abandonar los clichés y preconcepciones que coartan a las personas con discapacidades. Debemos identificar y premiar la diversidad como un ingrediente crítico para el avance y la innovación. Los obstáculos físicos, sociales y financieros deben ser eliminados.
Exhorto a las instituciones a poner en marcha políticas y estrategias que promuevan el acceso a la educación y al trabajo para todos los individuos, independientemente de su habilidade. Las becas, las cuotas reservadas y las adaptaciones no son privilegios, son derechos que garantizan la igualdad de oportunidades.
Juntos, somos capaces de edificar un mundo en el cual la sensación de dignidad y de pertenencia sean la regla, y donde cada uno tenga la oportunidad de destacar, no por su situación de vida, sino por cómo maneja la adversidad y aprovecha sus habilidades.
Reseñas.

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