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Los viajeros extranjeros quedan sorprendidos al notarlas en prácticamente todas las ventanas de España. Por otro lado, los españoles en el extranjero las extrañan mucho. Nos estamos refiriendo a las persianas, un elemento distintivo de la cultura española y que se ha vuelto indispensable en nuestra vida cotidiana.

En lugares como el centro y norte de Europa o Estados Unidos, las persianas no son un elemento común, y esto se debe a varios factores. El principal es que, en estas regiones, los climas tienden a ser más suaves y la luz solar no es tan intensa, lo que reduce la necesidad de protección contra el calor y el deslumbramiento.

Además, sus tradiciones y costumbres arquitectónicas son diferentes a las de España, por lo que las persianas aún no se han establecido como un componente crucial en el diseño de las casas.

Historia de las persianas

La historia de las persianas se puede rastrear hasta el antiguo Egipto, donde la gente usaba cañas atadas y colgadas en las ventanas para controlar la cantidad de luz solar que entraba y para facilitar la ventilación de aire fresco. Este método antiguo se considera el precursor de las persianas. Posteriormente, en China, se adoptó una técnica parecida, pero usando cañas de bambú.

No obstante, las persianas que conocemos hoy en día se desarrollaron en Venecia durante el siglo XVIII. Se perfeccionó su diseño incorporando un cordón y una polea que permitían mover todas las láminas al mismo tiempo. El término ‘persiana’ proviene de ‘persa, persae’ en latín, es decir, originario de Persia. La primera patente de una persiana fue registrada en 1769 por Edward Bevan en Londres.

Desde sus primeras realizaciones, la producción y el uso de las persianas se generalizó por toda Europa, impulsando a negociantes a vender este producto más allá de sus fronteras. Originalmente confeccionadas en madera o tela, demostraron ser ideales para el clima mediterráneo, ya que posibilitaban la regulación efectiva de la entrada de luz y aire. De igual forma, su estructura adaptable y su habilidad para asegurar la privacidad las hicieron muy apreciadas.

El clima mediterráneo: luz y calor intensos

Las elevadas temperaturas en verano, especialmente en la parte sur del país, requieren la implementación de mecanismos para resguardarse del sol para prevenir el recalentamiento de las casas. Las persianas, al prohibir la entrada directa de la radiación solar, ayudan a conservar un ambiente interior frío y placentero, disminuyendo la necesidad de climatización.

Además de su función para protegernos de la exposición a los 300 días de sol que experimentamos en promedio en España, las persianas también son esenciales para proteger la privacidad del hogar. Ellas nos permiten controlar la visibilidad desde el exterior, poniendo una barrera física entre el espacio privado y el público. Esto es particularmente valorado en los lugares urbanos, donde la densidad de población y la cercanía entre las casas hace más necesaria la salvaguarda de la intimidad.

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