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El resultado de España: una desilusión incuestionable con un toque de infortunio

Durante el verano, los departamentos de emergencia están desbordados de pacientes, siendo los más perjudicados los ancianos de 80 años o más con enfermedades crónicas agravadas por el calor. Estos pacientes pueden esperar de uno a tres días antes de obtener una cama para ser ingresados en el hospital, como indica Rafael Marrón, presidente de la Sociedad Española de Medicina de Urgencias y Emergencias (SEMES) de Aragón.

Explica que la principal razón de este exceso de pacientes en emergencias es la derivación de aquellos que ya están en hospitalización. Los más afectados son los ancianos, quienes pueden padecer agravamientos de sus enfermedades a causa de la ola de calor.

Entre estos casos comunes, los médicos de emergencia ven a diabéticos deshidratados, pacientes con insuficiencia cardíaca o renal empeorada por las altas temperaturas y personas obesas.

Marrón indica que el problema radica en que, aunque la cifra de ingresos se mantiene constante, entre el 10 y 20% de las camas se suelen cerrar durante este periodo, lo que conlleva al colapso. Admite que hace 20 años la situación era distinta dado que la población era menos envejecida y la reducción de camas tenía sentido.

Este experto en emergencias hospitalarias añade que el aumento en la esperanza de vida hace que las soluciones de hace dos décadas ya no sean útiles. Hoy en día, los servicios de emergencia ven un mayor número de ancianos, muchos de los cuales tienen más de 20 años que aquellos que solían atender.

Marrón acepta que el escenario se replica en toda España, aunque varía entre las comunidades autónomas, dependiendo de la proporción de personas mayores que tienen. Este especialista en urgencias admite que estas esperas pueden ser «más o menos apropiadas». Una de las peores posibilidades es que un anciano tenga que aguardar esos tres días en los pasillos o que su llegada a la emergencia sea al comienzo de un fin de semana. Una opción más digna son las salas de observación, donde la espera se hace más tolerable.

Según Marrón, la respuesta a esta problemática se basa en «adaptar la administración de camas a la realidad presente», lo que significa «anticipar las hospitalizaciones antes de decidir el cierre» y, sobre todo, valorar los geriátricos y los hospitales geriátricos para atender a estos pacientes, aliviando la presión en las urgencias.

Este experto reconoce que el cierre de los centros de salud durante el verano y el retraso en la Atención Primaria empuja a estos pacientes a las urgencias, resultando en la sobrecarga veraniega y la «tormenta perfecta». De hecho, el servicio de urgencias experimenta «un estrés considerable» en el verano, y al final, Marrón indica, «debe garantizar la atención médica causada por las fallas del sistema».

Urgencias: traumatismos, picaduras e insolación

Respecto a las enfermedades que más conducen a los ciudadanos a los servicios de urgencias, Marrón señala los traumatismos en jóvenes debido a más actividad deportiva y al aire libre, lesiones por natación y ahogamientos, picaduras de insectos en la población general y golpes de calor, más severos en la población vulnerable.

Las gastroenteritis, intoxicaciones por alimentos, quemaduras de sol e irritaciones de la piel son enfermedades comunes en estos meses en los servicios médicos. Estos problemas se presentan principalmente en adultos y niños debido a la exposición excesiva al sol y los cambios en la dieta y el ambiente.

Las piscinas también son una causa de enfermedades repetitivas como infecciones, hongos y conjuntivitis, ya que el calor y la humedad promueven el crecimiento de microorganismos. Los niños son los más propensos a sufrir de otitis, quemaduras y alergias. Para controlar estos problemas, en los servicios de emergencia se les proporcionan antiinflamatorios y antibióticos.

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