Rindo tributo al palillo de dientes, el tal vez más antiguo artefacto de higiene bucal conocido por el hombre. Se han hallado tus predecesores de bronce en la vieja Mesopotamia, aunque eso no me impacta en lo más mínimo. Se cree que nuestros primeros ancestros utilizaban pequeñas piezas de madera para eliminar restos de comida de sus dientes, y me parece una imagen hermosa.
Eres un ícono viviente, un recuerdo histórico, un núcleo que interpreta la evolución, eres historia en movimiento, palillo.
Palillo plano, gracioso y encantador, capaz de asistir a los niños en sus proyectos manuales. Te transformas en un objeto serio, con un sabor dulce y tranquilo, eres de gran importancia, eres el pilar corintio en la boca del pueblo.
A veces, te rompes por la mitad, pero sigues siendo de utilidad. Las astillas se alisan y te transformas en una segunda lengua, un apéndice útil, un cigarrillo interminable e incluso en la brizna de trigo que el campesino llevaba en su boca durante la recolección.
Palillo redondo, puntiagudo y ligero, fluyes como la sal en containers con un agujero pequeño. Evictas al caracol, ensartas la aceituna o marcas la territorialidad del pincho en esa línea recta y africana que transforma la tortilla de patatas en una tarta de cumpleaños donde también haces de vela. Palillo vocacional, sirviente del público, objeto útil y querido, acepta mi admiración.
Palillo vocacional, sirviente del público, elemento útil y apreciado, acepta mi admiración.
El patético duplicado de madera que es un palillo plástico, un componente de la navaja multiusos, utilizado para perforar puros que posiblemente se humedezcan en algún licor, es el antepasado de la hilo dental, el progenitor de la escobilla, el tatarabuelo del irrigador bucal, el monarca de la odontología. Recuerdanos cuando te encuentres en tu trono. Incluso posees una melodía, palillo, ya que los entendidos en su manipulación emiten un chasquido al contorsionar sus labios al intentar liberar un persistente trozo de comida, un inquilino obstinado en la mansión de tu boca. Eres incluso dueño de una melodía, palillo.
El señor Pedro, mi maestro de la bandurria, siempre te llevaba en su boca y exhibía la magnífica habilidad de no perderte, incluso en los instantes cuando entonaba algunas notas con su onomatopeya lau la lau y abría la boca ampliamente. Te quedabas adherido al labio inferior, como un montañero que se protege ante una posible caída. Querido palillo, entras al panteón junto a la garrafa de butano, el pitorro o la siesta del carnero. Palillo, soporte de la humanidad, mi respeto te pertenece.
Opiniones