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El momento crucial para nuestros caninos es su hora de paseo. No solo proporciona una oportunidad para jugar y divertirse, sino también enriquece su entorno diario y fortalece el enlace con su dueño. Durante el paseo, los perros olfatean, exploran y socializan con otros perros, sin embargo, no siempre realizamos estas medidas de manera eficaz.

Además, las herramientas que usamos durante el paseo pueden convertirse en un problema si no las manejamos de forma correcta, como el arnés o la correa. ¿Sabías que cada vez que apretamos la correa, transmitimos una señal de alerta a nuestro perro?

Según lo explicado por Sonia Losada, una educadora de perros con más de una década de experiencia, y profesora y presentadora del podcast ‘Hablemos de perros’, los dueños de perros tienden a controlar a su mascota sujetándola con fuerza por la correa, lo cual resulta ser perjudicial para el animal.

«Nos han inducido a creer que esto es un control efectivo de la correa durante muchos años, pero es un error, ya que cuando apretamos la correa, nosotros también nos ponemos tensos y, subsecuentemente, transmitimos una señal de alarma a nuestro perro», detalla. «Es como si le estuviésemos gritando ‘¡precaución!’. Por eso se sobresalta y ladra».

Paseos sin estrés

Losada indica que esta falsa alarma de peligro estresa a nuestros amigos de cuatro patas y, asimismo, resulta en una reactividad con la correa. «Los jalones involuntarios que le damos cuando no queremos que huela o se acerque a algo solo empeoran la situación», relata.

«Siempre se debe permitir que la correa se arrastre en el suelo o, si es más corta, descanse en la espalda de la perra, así podrá caminar tranquilamente», dice la profesional canina. «Si no se hace así, cada vez que esté amarrado y vea otro perro, empezará a ladrar y más, especialmente si hay tensión adicional que los pone en guardia».
Esta especialista en comportamiento canino ilustra cómo, a veces, los perros que normalmente son sociables, se vuelven completamente agresivos cuando están atados. «No es una cuestión de dominancia, como a menudo se nos hace creer», afirma.
«La única disparidad es cómo utilizamos la correa, somos nosotros los que inadvertidamente enseñamos al perro a ser agresivo con, digamos, otros machos. Este es un comportamiento completamente adquirido», insiste. «¿Y por qué ocurre? Porque cuando vemos a otro perro que creemos que causará conflicto, tiramos de la correa, nos ponemos tensos y enviamos una señal de amenaza o alerta. Eso no sucedería si nos mantuviéramos relajados».
La correa no es para controlar al perro, sino para acompañarlo cuando no puede estar suelto. Por ello, esta educadora de perros aconseja no tensar la correa y para conseguirlo, sugiere algunas técnicas simples como caminar al ritmo de nuestro perro o buscar una correa más larga para que siempre esté suelta.
«Habrá momentos en que debamos acelerar el paso para mantenernos a su ritmo y no frenarlo ni jalarlo», sugiere. «La correa no es para tener control sobre el perro, es para estar a su lado cuando no puede estar suelto y es nuestro deber encontrar una manera de mantenerla suelta».

La especialista en comportamiento de perros sugiere que un método eficaz para controlar adecuadamente la correa y prevenir tirones es enfocarnos en la presión de nuestra mano. «Si ponemos nuestra concentración en nuestra mano, aprenderemos intuitivamente, sin tener que mirar constantemente a nuestro perro, cuando va a estirar la correa, dándonos tiempo para prevenirlo».
«Por supuesto, nunca debemos forzar a nuestras mascotas a andar junto a nosotros, es vital que el paseo sea para su disfrute, y si eso implica que debemos acelerar el paso o usar una correa más extensa, debemos ser flexibles y adaptarnos a sus necesidades», finaliza.
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