×

Preocupación de los inversionistas

El lunes del 5 de agosto, experimentamos una fuerte caída en los mercados bursátiles, sin embargo, parecía no afectar nada más. Una alarma de précaución se encendió tras esta fluctuación que comenzó en Japón y rápidamente desató el ferviente deseo de vender acciones.

Las siete principales empresas vieron desaparecer un billón de dólares, incluso Nvidia, una compañía de chips, no fue inmune a las pérdidas. Si bien en principio no hubo impacto fuera del ámbito financiero, las ramificaciones de tales sacudidas económicas siempre se extienden y provocan estragos en los hogares.

Estos eventos han sido atribuidos a varias razones, una de las cuales, según los expertos, es que los inversores se están aburriendo de invertir en Inteligencia Artificial (IA) y esperan ver rendimientos y ganancias. Warren Buffet, el famoso gurú de las inversiones, tomó la decisión de vender la mitad de su participación en Apple. Este argumento parece proceder de los propios inversores gigantes que, al fin y al cabo, desde un enfoque convencional, son una de las principales fuerzas conductoras del mundo y toman decisiones, la inversión en energías renovables no es lo mismo que invertir en tráfico de esclavos o misiles.

La IA se ha convertido en el tema central de esta época. Incluso en los lugares más remotos y con internet intermitente se ha generado una onda de comentarios sobre la IA. Cada región está abordando el tema de la IA en sus reuniones plenarias. La IA se proyecta como un sector sumamente emergente y es esencial que todos seamos conscientes de ello, tomemos partido, experimentemos con ChatGPT, realicemos prompts (que son las preguntas o instrucciones que el usuario le da a la máquina como «Dime qué es un prompt», o «Crea una imagen verosímil del Papa nadando en el Sena»).

La inteligencia artificial es la última frontera, la creencia de nuestra época, y su avance requiere una inversión vasta de varios recursos, comenzando por el capital y todas sus variaciones, futuros y demás. Vivimos en un mundo de riesgo y jugadas, donde perder o ganar se decide en milisegundos. La ansiedad que sentimos, incluso sin entender completamente por qué, proviene de esta aceleración que supera nuestras capacidades humanas: estamos adaptados a ritmos diferentes y hemos creado un entorno que luchamos por controlar. Ya sea en tiempo (milisegundos) o en espacio (nanómetros). Las dimensiones de los microprocesadores apenas superan las de un átomo, una entidad que seguimos conceptualizando como una esfera, ya que incluso nuestra percepción del mundo tiene un cierto retraso. Un millón de átomos de carbono podrían caber en el grosor de un cabello humano. La misma denominación «átomo», que significa «indivisible», resulta ser incorrecta, ya que un átomo alberga un microcosmos más parecido a una nube, conectando poéticamente al término «nube» relacionado con internet con su origen.
La demanda de los inversionistas por ver ganancias va a presionar para que la tecnología sea más productiva. Las altas velocidades y pequeños tamaños que conforman nuestro mundo y ahora la IA, han resultado en problemas: los algoritmos que rigen los mercados a veces se descontrolan, o como se dice en la jerga tecnopática, alucinan, desatando pequeños hundimientos bursátiles. El fallo monumental de Azure, el proveedor de nube de Microsoft hace unas semanas, casi nos hace desear que fuera un error humano: ¡al menos eso! Sin embargo, no lo sabremos con certeza.

El desplome de los mercados que se inició el lunes en Japón puede estar relacionado con la impaciencia y el afán de ganancias de los inversores de Inteligencia Artificial (IA). Esto implica que la enloquecida rivalidad entre las grandes corporaciones para introducir un «producto» comercializable va a intensificar la presión… sobre las empresas, los gobiernos… y sobre usted y yo. Es probable que su teléfono móvil y su ordenador ya le estén enviando mensajes, algunos bastante alarmantes (temor en los mercados) animándole a probar (¡de forma gratuita por unos días!) las nuevas funciones de IA que se están introduciendo en nuestros dispositivos… los cuales, a pesar de ser recientes, pronto quedarán anticuados, ya que para poder aprovechar estas capacidades, esta «inteligencia artificial», la buena, se necesitará más rendimiento.
Por ahora, estas demostraciones de oferta generan monstruos, deforman las caras de las imágenes y las empresas requieren o solicitan que proporcionemos feedback y sugerencias, además de darles permiso para que ellos mismos corrijan sus errores. Como siempre, las grandes corporaciones necesitan la respuesta del usuario a quien explotan.
El resultado de esta demanda de los inversionistas que piden beneficios inmediatos o venden sus acciones es que la industria de la IA va a acelerar la innovación, y nunca mejor dicho, tanto para que haga más cosas útiles -todo el mundo tiene la misma necesidad de facturar- como para persuadirnos de que necesitamos adoptar la IA si no queremos quedarnos atrás, desconectados de este nuevo remedio milagroso.

Es indiscutible que ya se han obtenido resultados asombrosos, tales como la predicción del plegamiento de proteínas gracias a AlphaFold de DeepMind, de Google, aun cuando no entendemos totalmente el proceso detrás de dichos logros. Esto último es común tanto en la inteligencia artificial como en la natural: su funcionamiento exacto nos elude. Sin embargo, esta carrera hacia adelante, que está en consonancia con las dimensiones previamente mencionadas – milisegundos, nanómetros- podría suponer un riesgo. En el apremio por avanzar, se podrían implementar códigos mal diseñados y provocar una nueva crisis en el sistema.

Los temores de los inversores que se evidencian aquí, también pueden ser aplicables a otras situaciones. Un ejemplo podría ser las recientes caídas en la bolsa el lunes 5 de agosto, señaladas por los expertos. Después de todo, siempre se ha argumentado que los mercados tienen la habilidad de prever futuros acontecimientos, aunque esta supuesta capacidad predictiva podría ser, en realidad, mera propaganda de los propios mercados, presentándose a sí mismos como los oráculos infalibles de las circunstancias que ellos mismos generan.

Comentarios

Lea También