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El impresionante brinco con el que Biles expande su mito

Hemos sido testigos de drag queens en eventos olímpicos del pasado, y todo continuó normalmente. También hemos tenido atletas intersexuales en torneos Olímpicos recientes, y nada cambió. Celebramos aún el triunfo en diversidad racial cuando Jesse Owens se hizo con el oro frente a Adolf Hitler en los Juegos Olímpicos de Berlín 1936.

Nos llenamos de orgullo, aplaudimos aquella victoria de un hombre de raza negra contra el horror del Nazismo.

Por otro lado, los Juegos Olímpicos de París 2024 están demostrando que las situaciones que dejaron de molestarnos, ahora parecen irritarnos de nuevo.

Curioso. La creciente tendencia de los movimientos populistas ha logrado influenciar la agenda de las discusiones públicas. Y, nuevamente, han puesto en el foco a ciertos grupos con el fin de generar controversias morales infundadas y evitar hablar de los verdaderos problemas. Parece mejor estar distraídos peleando con personas que simplemente están intentando ser quienes son. Resultan incómodas porque no siguen las reglas tradicionales de decencia.

Las falsedades que se propagan sin filtro a través de aplicaciones de mensajería y redes sociales facilitan este proceso. Lo hemos observado recientemente con la discriminación hacia Imane Khelif, una boxeadora argelina. Ha sido víctima del prejuicio debido a sus características físicas que difieren del estándar monolítico de lo que se espera de una mujer. Imane es una mujer cisgénero. No es transgénero, pero algunos la etiquetan como tal basados en su apariencia. Esto genera enfado, especialmente en las plataformas de difusión viral. Incluso la institución olímpica ha tenido que desmentirlo.

Sin embargo, el perjuicio ya se ha provocado. A nuestra sociedad en su totalidad. Porque resulta que el estigma suele ser más cautivador que la realidad. Esta situación no nos agrada, ya que nos deja expuestos ante nuestros propios prejuicios. A pesar de que no se puede culpar completamente a las redes sociales, principalmente son aquellos políticos que procuran fortalecerse mediante la propagación de falsedades quienes son responsables. Deciden exagerarlo e incluso validar lo ilegítimo. Da igual si mienten o no, pues parece que electoralmente no hay represalias por dicha acción.
Simultáneamente, dejamos de centrarnos en los principios del deporte. Esto también ha ocurrido con la música de Eurovisión, con el fútbol de la Eurocopa, con cualquier evento de gran magnitud. Siempre surgen personas bulliciosas que buscan censurar lo que no comprenden. O lo que optan por no tratar de entender. Resulta curioso, ya que suelen ser los mismos que se oponen a lo que denominan como la cultura de cancelación y la dictadura woke. Así de contradictorios somos, reprochamos aquello que constantemente hacemos.
Y tal vez este sea uno de los dilemas tangenciales de la sociedad en la que cohabitamos: nos estamos atrapando en esferas de autovalidación y cuando intentamos justificar algo, parece que reprendemos al que discrepa. Como resultado, todos estamos a la defensiva, eliminando la oportunidad de escuchar, de empatizar y hasta de desaprender temores que solo existen mentalmente. Estamos abandonando nuestra capacidad de ser observadores críticos para convertirnos en adeptos de teorías conspirativas. Todos nosotros.

Todos, en algún momento, hemos sucumbido ante alguna forma de populismo. No importa si eres de izquierdas, de derechas, de centro, o incluso si te consideras apolítico pero aún así eres muy político. Los discursos populistas nos atrapan porque nos dan con gran sencillez un blanco hacia el cual dirigir nuestro odio, lo que a su vez nos hace sentir un poco mejores. De hecho, estos mensajes se repiten constantemente, plasmados en eslóganes concisos y fáciles de memorizar. Y, ¿qué mejor manera de magnificar estos discursos que difundiéndolos a través de una plataforma tan prestigiosa y global como los Juegos Olímpicos? La verdad no es una herramienta para ganar votos. La ira, por otro lado, sí lo es.
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