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El verano ofrece una oportunidad emocionante de explorar nuevos lugares, pero quienes dependen de una silla de ruedas para moverse enfrentan desafíos únicos. Desde la búsqueda de alojamiento verdaderamente accesible hasta la verificación de la conformidad de transporte con las reglas de accesibilidad, cada fase del viaje demanda una planificación detallada.

Las actividades al aire libre, los paseos turísticos y hasta las necesidades básicas diarias como bañarse o ir al baño pueden presentar dificultades si no se disponen de las adaptaciones necesarias. A pesar de estas complicaciones, la actitud aventurera y resolución de aquellos que viajan en silla de ruedas evidencian que, con la preparación correcta, se puede disfrutar de unas vacaciones de verano plenas y gratificantes.

Anabel Domínguez, conocida en las redes sociales como @nosoyloquevesoficial, es una ferviente defensora de los derechos de personas con discapacidad física. Amante de los viajes, desde que convive con su discapacidad, ha visto cómo se complican los preparativos. «El viajar se vuelve más difícil de lo que parece, no puedes improvisar como lo harías sin discapacidad. Todo debe estar muy bien planeado y es necesario contar con tiempo suficiente para resolver todos los imprevistos que puedan surgir antes de salir de casa», comenta. Esta cuidadosa preparación incluye verificar que la habitación del hotel sea accesible y que dicha accesibilidad esté garantizada al llegar al destino.
También señala el viaje en avión como otro reto significativo. «Si tomas un vuelo, se debe realizar un proceso de compra distinto al de los demás pasajeros con llamadas a la aerolínea para asegurarse de que todo esté en orden», añade Anabel. Esto abarca aspectos específicos como el número de chasis de su scooter, dimensiones de las baterías, y la necesidad de asistencia hasta el avión, entre otros detalles.

Anabel subraya que es fundamental tener en cuenta las necesidades individuales de cada persona con discapacidad a la hora de seleccionar un destino de viaje. No se puede generalizar sobre los lugares más accesibles, ya que esto depende de varios factores como el nivel de atrevimiento de la persona, las facilidades a disposición y si cuenta o no con asistencia. Sin embargo, insiste en la relevancia de garantizar la accesibilidad para todas las personas, tengan o no una discapacidad.

Planificar un viaje requiere inversión de tiempo y esfuerzo. Anabel suele dedicarle una mañana o incluso todo un día a investigar acerca de la ciudad a visitar, evaluando los medios de transporte público y los hoteles disponibles en el lugar. Anabel detalla su proceso: explorar diversas ofertas hoteleras en una misma plataforma, examinar cada foto de habitación, y luego ponerse en contacto directamente con el hotel específico para asegurarse de reservar una habitación accesible. Señala que plataformas de reserva como Booking no proporcionan servicios específicos para garantizar habitaciones accesibles.

Anabel se siente a gusto viajando tanto en avión como en tren. Valora los servicios ofrecidos en aeropuertos y estaciones de tren y sostiene que su experiencia ha sido en general gratificante. El tren considera Anabel, es una excelente opción, ya que va directo al centro de la ciudad, es muy práctico y solo requiere media hora de anticipación en el punto de atención a personas con discapacidad para recibir ayuda para abordarlo. Por el contrario, viajar en avión exige mayor anticipo para realizar el check-in y puede ser más engorroso.

En cuanto al hospedaje, Anabel pone de relieve la necesidad de la accesibilidad y critica a los hoteleros que ofertan habitaciones accesibles que no cumplen con los estándares requeridos. «La accesibilidad es un derecho de todos, y sé por experiencia que muchas empresas no comparten este pensamiento», concluye.

Anabel se ha encontrado con ciertas dificultades al viajar debido a problemas de accesibilidad en los lugares y hoteles que visita. Para ella, la accesibilidad no debería ser una rareza sino una norma. «El viaje en sí es una experiencia positiva: descubrir nuevos lugares, sentir la libertad de estar fuera de casa. Esto debería ser así para todos, y mientras no comprendamos que las personas con discapacidades no son la excepción, no progresaremos como sociedad», remarca.

En sus viajes de verano, uno de los mayores retos para Anabel es confirmar que podrá usar el baño y darse un baño con facilidad en su alojamiento. La duda sobre la real accesibilidad de los cuartos marcados como accesibles hace que su viaje se convierta en una especie de «laberinto que debe resolver».

Al planificar actividades al aire libre o excursiones, Anabel se adapta y utiliza herramientas adecuadas dependiendo del lugar. Lleva una silla especial para la playa si va en carro, o verifica que la playa cercana sea accesible si viaja en avión. Prefiere mantener un espíritu aventurero, paseando y adaptándose a su destino en lugar de planificar en exceso.

Su consejo para otras personas en sillas de ruedas que estén organizando sus vacaciones de verano, es asegurarse de tener en cuenta sus necesidades diarias y disfrutar de cualquier cambio de planes, que son muy comunes cuando se tiene discapacidad. «Fluir conscientemente es increíble, y no solo cuando viajas con una discapacidad, sino en cualquier situación», concluye.

Por regla general, Anabel suele tener experiencias positivas con la accesibilidad en sus travesías, aunque siempre existen las excepciones. Valora las mejoras en esta área y entiende el valor de aquellos que ofrecen asistencia y compañía en este proceso. «Viajar es una manera de desarrollo personal y de cultivar lo que cada uno tiene internamente. Invito a todos a pelear por sus derechos y a asegurarse de estar presentes donde se necesitan, para que la cuestión de la discapacidad y la accesibilidad dejen de ser simplemente una historia y se conviertan en una realidad de la que todos somos parte», concluye. Sus reflexiones.

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