Hola, Pedro. Acabo de terminar la lectura de la demanda presentada por el cuerpo jurídico del estado en contra del magistrado Peinado. Debes entender que me siento agotado. Las circunstancias no son favorables y para rematar, mi sistema de climatización se ha averiado.
He optado por enviarte más correspondencia. Considero que es un método eficaz y ya he observado que te agrada. De hecho, ya mantenía correspondencia contigo antes de que empezaras a comunicarte con los ciudadanos por escrito. Por lo tanto, somos camaradas en el arte de la escritura de cartas.
Todos los medios de comunicación destacan la acusación que has encomendado a la letrada del estado en contra del magistrado Peinado. Es insólito que un testigo presente una demanda contra un magistrado, pero tú tienes mayor conocimiento en este tema. También es insólito que se emplee a los servicios jurídicos del estado para proteger con cierta desfachatez a una ciudadana que no ocupa un cargo público. Tus amigos a menudo aluden a tu mujer como si fuera la presidenta, y aunque sé que tú estás consciente de que ella no lo es, la tratan como tal.
Deberías abordar la esencia del problema, refutar lo que deba ser refutado y reconocer lo que deba ser reconocido. De este modo, podríamos resolver todo de manera más eficiente. En la acusación hacia el magistrado, el término «a sabiendas» aparece frecuentemente para enfatizar el crimen de prevaricación. Es una expresión impresionante que tienes el dominio perfecto. Tienes la tendencia a actuar de manera consciente y eso es comprensible. Los archivos periodísticos hacen evidente esto. Expresas algo a sabiendas de que cambiarás de parecer, pero lo dices y ahí queda. Recuerdo cuando te ausentaste por unos días para redactar la primera carta -entiendo que es un labor arduo- a sabiendas de que iban a imputar a tu esposa, pero no nos lo revelaste para evitar provocarnos ansiedad.
Al final, gobernar es permanecer, incluso si no resulta en acción alguna. Deseas mantener tu posición, sin importar el costo, aunque no haya presupuestos ni leyes para aprobar, incluso si tu actividad cotidiana consiste simplemente en seguir adelante.
No obstante, mi querido Pedro, debemos mantener el enfoque en lo esencial, que es mantenerse en el poder. Al fin y al cabo, liderar es permanecer, aunque eso signifique no hacer nada. Deseas permanecer, sin importar el costo, incluso si no existen maniobras financieras ni legislaciones para aprobar, y tu quehacer cotidiano se limite a resistir, contraatacar y utilizar hasta los marcos de las puertas para avivar las llamas del hogar de la Moncloa.
Ningún indulto. Conceder indultos. Negar amnistía. Otorgar amnistía. Repudiar el acuerdo fiscal. Aceptar el acuerdo fiscal. Como leí en un cartel ayer: sirviendo. Me inquieta tu séquito, Pedro. Son muy aduladores, quedan mal por ti. Parecen títeres sin una voz ni un voto. Tus compadres en los medios tampoco lo tienen fácil, se ven confundidos en que deben apoyar y se acomodan a tus pláticas de la mejor manera que pueden. Deberías meditar en ello durante tus vacaciones.
Lo crucial, si me lo permites, Pedro, es la justicia redistributiva, la solidaridad regional, la igualdad entre los ciudadanos de nuestro país, el acatamiento a la ley y al código básico de coexistencia y, ¿por qué no? la coherencia con tu supuesta perspectiva social. A ratos, te muestras conservador. Lo valioso es dedicarte al servicio de tu nación, esforzarte por quienes te eligieron y ser, si acaso una vez al año, el presidente de todos los españoles. Entiendo que estas circunstancias te limitan, Pedro. Aunque estoy hastiado y no comprendo mucho, confío en que aprovecharás el receso de vacaciones para descansar y reflexionar. Ojalá podamos encontrarnos.
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