Paula y María son dos jóvenes españolas que se encontraban en Turquía en el momento del terremoto: "Gente asustada, niños con mantas...".
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Dos jóvenes españolas en Turquía narran el horror del terremoto que ha dejado ya al menos 5000 muertos. El horror y la conmoción no dan a basto en un país devastado por el seísmo.
Dos jóvenes españolas en Turquía narran el horror del terremoto
El seísmo de 7,8 grados en la escala de Richter ha causado gravísimos daños a Turquía. Una de las joyas del país, el castillo de Gaziantep, patrimonio de la UNESCO, ha caído. Buena parte de sus muros no han podido soportar el temblor.
Un equipo de periodistas ha hablado con dos españolas que viven en esa población y narran el impacto que les ha causado esta dura experiencia. Paula y María estaban dormidas cuando les sorprendió el primer temblor. Se despertaron confundidas, sin saber muy bien qué estaba pasando. Cogieron lo necesario y salieron del edificio. Eran las cuatro de la madrugada.
“A los diez minutos hay otro terremoto…»
«Al salir a la calle nos dimos cuenta de que había sido mucho más fuerte de lo que pensábamos. Gente asustada, niños con las mantas puestas porque no tenían otra cosa», explican las españolas aún con el miedo en el cuerpo. Sin embargo, explican, volvieron a entrar a su residencia, aunque por poco tiempo. “A los diez minutos hay otro terremoto y volvemos a salir a la calle. Casi morimos”. De esta forma han pasado todo el día, atentas a las señales. Informan de que hay gente con menos suerte. «Conocemos amigos que van a dormir aquí y hay otros que no tienen dónde quedarse». Ahora siguen en alerta por si un nuevo terremoto sacude la región.
Las localidades afectadas están en territorio montañoso de difícil acceso
Unas 25.000 personas, entre los que hay soldados y otros trabajadores, trabajan en las labores de rescate en Turquía, complicadas por las bajas temperaturas, la lluvia y la nieve. Por otro lado, algunas de las localidades afectadas están en territorio montañoso de difícil acceso.
«Hacen ruidos, pero nadie viene – se lamentaba – Estamos devastados, devastados. Dios mío… Llaman, piden que les salvemos, pero no podemos. ¿Cómo les vamos a salvar? No ha venido nadie desde la mañana».