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Tras 10 días de erupción, la lava del volcán de La Palma ha tocado el mar y deja ya impactantes imágenes del choque terrestre y marítimo.
La temperatura de la lava, superior a los 1.000 grados centígrados, ha entrado en contacto con el agua del océano Atlántico, que tiene una temperatura normalmente en torno a los 20 grados.
El choque térmico ha generado columnas (penachos) de vapor de agua cargados con ácido clorhídrico como consecuencia del importante aporte de cloruro en el agua de mar.
Por el momento no hay evidencia de nube tóxica. Los valores de la atmósfera son normales.
La nube de vapor está movilizándose hacia el centro de la isla. Las imágenes son históricas, hay una gran catarata de lava fluyendo por el acantilado.
Muchos de los curiosos han encontrado una posición estratégica para ver en directo este momento, pero posteriormente han sido desalojados por la Policía para preservar su salud.
Una tercera lengua de lava creada en la madrugada de este martes 28 de septiembre aceleraba la llegada del magma al mar. Más al norte de las dos ya existentes otra colada cabalgaba sobre ambas, ampliando así la destrucción en la isla y tomando mayor velocidad.
Eugenio Fraile, del Instituto Español de Oceanografía, explicó que el flujo de lava acanza por el pronunciado acantilado y está formando una gran montaña en el mar. Además, especifica que esta lava tiene un color más dorado.
Aunque las primeras mediciones son positivas, a los expertos les preocupa especialmente el futuro, ahora que la lava ha tocado el mar. Desconocen las consecuencias y los efectos sobre la salud. El geólogo y divulgador científico Nahúm Méndez ha explicado que, aunque es un fenómeno muy «espectacular», también puede generar «fenómenos explosivos».
Puede producirse un enfriamiento muy rápido. El efecto sería parecido al que sucede cuando ponemos un vaso de cristal muy caliente en un vaso de agua fría, lo que provoca que el cristal estalle. «Al fragmentarse puede emitir todos los gases que lleva en su interior, que pueden generar ácidos que son tóxicos para nuestra respiración», ha explicado Méndez. También pude «generar partículas solidas que nos pueden golpear y matar».
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