El mejor amigo del hombre es el que no se espera. Como los burros, adecuado para las personas más frágiles como ancianos, discapacitados y niños.
Temas cubiertos
El burro se acerca a la niña, parece reconocerla. Ella lo abraza y él frota su largo hocico en su cuello y en su cara. Si el burro tuviera brazos en lugar de piernas, seguramente la habría abrazado como señal de fuerte amistad y afecto.
Los animales hablan, incluso en su silencio.
No es terco, no es estúpido ni perezoso. Al contrario. El burro es fuerte, sociable, amable, paciente, curioso. A lo largo de los siglos, el burro ha seguido pacientemente al hombre en su trabajo, cargando pesos, acompañándole por caminos impracticables y ofreciéndole su preciosa leche.
Por último, también se explotaba por su carne y su piel. Pero con la llegada y difusión de la maquinaria agrícola, el burro ha perdido gran parte de su papel tradicional como trabajador incansable o animal de silla. Sin tener en cuenta que su supervivencia está cada vez más en riesgo.
Y sólo en el transcurso de los últimos años se ha redescubierto su valor. Por eso se ha reintroducido en diversos sectores: desde granjas educativas para niños hasta lugares donde se practica la onoterapia o donde se le considera un animal de compañía en lugar de un caballo.
Y el burro, como resultado, ha encontrado una nueva identidad.
Estructura
La estructura del burro es absolutamente característica: tiene una cabeza grande, un lomo marrón y delgado y unas orejas bastante largas. Sin embargo, su grito es inconfundible: un gracioso y agudo rebuzno. En comparación con el caballo, el burro es más pequeño, tiene pezuñas más estrechas y sus crines sólo se sitúan al final de la cola, que es todo menos gruesa. Por término medio, un burro vive entre 25 y 30 años, pero algunos pueden llegar a los 40.
Lo que come
El burro no es especialmente exigente. En general, pasta y se alimenta de hierba. Este es su principal alimento junto con heno, paja, sal mineral para lamer y, por supuesto, agua.
El personaje
En contra de la imagen que han transmitido las leyendas y los tópicos, el burro es todo menos testarudo, estúpido o perezoso. Su lentitud es un signo de paciencia. Y su mansedumbre va acompañada de una envidiable sociabilidad. De hecho, al burro le encanta la compañía de otros burros y también la de diferentes animales como ponis, perros, ovejas, vacas, gansos, cabras y gallinas.
Si muestras calma y coherencia con él, el burro te corresponde. Y para que confíe en ti, no debemos tener miedo. Hay que cuidarla y limpiarla con tranquilidad, dedicándole el tiempo necesario, mimándola y hablándole con voz serena. Tal vez incluso rascando su cruz y suavemente sus orejas.
El uso del burro
Es precisamente su carácter suave, humilde y sociable lo que lo convierte en un compañero ideal para los niños. Pero, del mismo modo, también es adecuado para ayudar a la socialización de las personas que sufren dificultades relacionales, con el fin de darles la tranquilidad que necesitan.
Se llama terapia con animales y es una terapia que utiliza, de hecho, animales. Debe su nacimiento al psiquiatra Boris Levinson, que trabajó principalmente con niños. Fue a mediados del siglo pasado, hacia 1960, cuando se dio cuenta de que la presencia de un animal en su consulta facilitaba la relación médico-paciente y simplificaba enormemente el tratamiento.
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