Estamos más que acostumbrados a los ataques a los videojuegos.
Abundan las acusaciones de promover la violencia.
Otros los acusan de ser hervideros de pervertidos.
Lo que es más raro es que estas críticas vengan desde la propia industria.
Un crítico acusó en el GDC a los videojuegos ser “estúpidos e infantiles”.
Según Heather Chaplin, autora del libro SmartBomb y bloguera de 1Up el medio es incapaz de trascender las fantasias de poder masculinas, y que por tanto el medio aún es heterogéneo e inmaduro.
Así pues, los juegos, siempre según ella, rehuyen tratar los temas de los que huyen los jóvenes: responsabilidad, introspección, intimidad y descubrimiento intelectual, y en su lugar, se centran en matar zombies y en la violencia.
La excusa es que la industria del videojuego solo tiene 35 años.
Pero tras 35 años de rock’n’roll, teníamos a Bob Dylan, Los Beatles y The Clash.
Tras 35 años de cine teníamos a Fritz Lang, la serie negra y quedaba poco para Ciudadano Kane.
Llevo cubriendo la industria de los videojuegos durante ocho años, principalmente para medios mayoritarios, y me suelo encontrar haciendo de traductora.
No es porque el medio esté en su adolescencia, es porque vosotros sois un puñado de p*tos adolescentes.
Y es peor, porque se supone que sois adultos – Heather Chaplin, crítica de juegos.
En la misma mesa, otros invitados procedieron a quejarse de la situación del periodismo del ramo, en especial de la diferenciación que se hace entre “hardcore” y “casual”, o de como los sellos confían en MetaCritic para saber como será acogido el público, prácticas, en opinión de los ponentes, más que negativas para la industria.
Este tipo de situaciones también se han planteado en nuestro país.
El pasado año, en las Jornadas de Videojuegos de la Universidad Pública de Valencia, se discutieron someramente la influencia de las notas y el papel de la crítica, las revistas y la web en la industria.
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