La opinión general que hay sobre Xbox One ahora mismo es de toda índole menos positiva. La nueva de Microsoft parece reunir en una sola máquina todos los defectos, tendencias y características que desagradan a la comunidad de jugadores, lo que propició un malestar y decepción generalizados durante su presentación, que fue acrecentándose durante los días siguientes a raíz de las noticias que iban surgiendo, como que no será retrocompatible con su antecesora o que tendrá bloqueo regional, además de la gran polémica con los juegos de segunda mano.
Pero no hay que olvidar que, al final, lo que nos vende una máquina son sus títulos exclusivos. Si la de Redmond consigue forjar un catálogo atractivo, muchos detractores acabarán cediendo. Ahora bien, de momento no hay más que palabrería al respecto, pues ya avisaron de que el software se lo reservaban para el E3.
Mientras tanto, vivimos de lo que los directivos nos cuentan, de las 15 exclusividades prometidas —8 de ellas nuevas IP, dicen— y de la esperanza de que hayan aprendido algo en los últimos (pésimos) años del ciclo de Xbox 360. También de declaraciones como las que afirman que Microsoft tiene planeada una inversión de 1.000 millones de dólares para asegurar una línea de software potente para su nueva consola. Este fondo no sólo va dirigido a financiar producciones propias, sino también para asegurarse exclusivas third a golpe de talonario, tal como hicieron al comienzo de la generación anterior. Esperemos que tanto dinero dé buenos resultados. De momento, tenemos la confirmación del regreso de una franquicia de RARE (se habla de Killer Instinct) o el Quantum Break de Remedy.Vía
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