Desde el pasado fin de semana y hasta el que viene se está celebrando la Semana de la Velocidad en Bonneville.
El lago salado de más de 100 km2 que hay en esta localidad de Utah sirve de escenario, desde hace unos sesenta años, a multitud de intentos de batir records de velocidad en distintas categorías.
Algunos dicen que la superficie salada es tan grande y perfecta que puede adivinarse sobre ella la curvatura de la Tierra.
El caso es que por su parte más ancha tiene algo más de 10 km de recta, completa y totalmente lisa.
Sobre ellos se han batido más marcas de velocidad que sobre ningún otro lugar del planeta.
El año que viene, por ejemplo, deberá estar aquí el proyecto Bloodhound y, para esta edición, se espera un nuevo intento de romper con la marca máxima de velocidad lograda con un vehículo de vapor, que permaneció vigente desde 1906 hasta 2009.
Semana de la velocidad de BonnevilleEn 1937, Bonneville sucedió a la playa de Daytona como el lugar en el que realizar esta prueba.
Por entonces, los motores de combustión ya habían sustituido a los de vapor.
Durante los treinta años siguientes el récord de velocidad se fue batiendo de manera sucesiva hasta que, en 1967, con el Bluebird, llegó la era de las turbinas.
A finales del siglo XX se comenzó a romper la barrera del sonido.
Pero, realmente, lo que mantiene viva a la Bonneville Speed Week es la tradición de los aficionados que llevan viniendo décadas con sus artilugios de garaje.
La gigantesca superficie salada les da un mínimo de seguridad ante cualquier incidente.
Dicen que el ambiente por las noches está a medio camino entre un garaje de la F1 el día antes de un gran premio y una fiesta en la playa.
Sin mar a la vista, por supuesto.
Mañana os contaré la actualidad de esta prueba.
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